Los hermanos Popó regurgitan sus panzas, con memorias, fotos que encuentran al azar (el azar es un barquito que los espera siempre en aguas cristalinas); puros, purísimos, fuman dulces el tabaco triste del caminar del país. Nunca superan el par de sus miserias, aunque se jactan de ser mucho más que dos. Cagan en diminutivo los hermanos Popó, y casi, casi, ni se notan esas cagaditas tan chic.
Temprano más que tarde escuchaba una canción de Peter Hammill.
Ahora voy por la autopista La Plata – Buenos Aires, y la tarareo antes de ingresar al primer peaje.
Mi inglés se quedó en los huesos de Benito Lynch, aunque conozco la piel por haberla leído en algún número del Expreso o en un libro de letras de rock. Es una bella historia.
Joni es profesora especializada en la poesía de William Carlos Williams y se le está venciendo, así lo canta el generador de invenciones, la fecha para ser mamá. Pasa el día corrigiendo cuadernos y carpetas, y en los ratos de la pura bondad milita en una agrupación social de base.
Brian no quiere surfear en las buenas vibraciones de Wilson, y le encantaría escribir poemas oscuros, misteriosos, conceptuales, como Nick Drake o Patti Smith. El pelo no lo lleva largo como años atrás y aún conserva la esperanza de ser un artista innovador y ecléctico. Lo vive intentando, siempre.
Pienso en la canción mientras trato de encontrar en algún bolsillo del vaquero un billete chico para seguir con buenos aires hacia un final que me gustaría fuese feliz.
El viernes 24 a media mañanita, junto al joven poeta Mariano Dubín, participaremos del Encuentro de Poesía en la Escuela de Enseñanza Media Nº 12 de la localidad vecina de Gonnet (el que suscribe habita, desde su nacimiento en otro siglo, en City Bell, lo que se dice al otro lado del arroyo). Leeremos poemas nuestros y de otros autores, y dialogaremos con los chicos de poesía, lo que no es poco. Gracias a los docentes organizadores: Paula Tomassoni, Laura Galeano y Crisólogo Bonavita Apestegui. Y larga vida a la poesía en los colegios.
Más adelante decís: cuando la noche caiga, las obligaciones, por un momento inmenso, serán relegadas. Lejos de la casa y de los afectos. Seguro: tu luz en mis ojos será única, como la verdadera dicha.
Manejas el ardor, los ojos, toqueteando, el silencio disimulado. Todo, vacío de contenido real. Tratas, una y otra vez, derrumbar lo que nunca se podrá. Razones y cuestiones desde tu propia acidia; la inmundicia acuna, y bebes. Leer la verdad, leer en tus ojos la borra del café, y se enfría sobre la mesa, y asquea.
Una manera de mirar el cielo es cerrando los ojos; y dejar, dejarse, en el verde y rojo océano, en el árbol enramado de sanguíneas vertientes, alocadas; y esperar, como un gato, un gato recién alimentado, el fértil ronroneo de tus cabellos.
“RADIO ESTACION SUR 91.7 pone al aire a JOSE MARIA PALLAORO para hablar de poesía y hacer CATARSIS - frecuencia alternativa. Hoy, jueves 23 hs. También se puede escuchar por www.radioestacionsur.org” Mensajes: 0221 482 3215 / 0221 482 3215 / MSN: catarsis@radioestacionsur.org / SMS: SUR(espacio)mensaje al 1919.
Gracias Miguel, Manuel y Mariano. Ahí estaré, casi a la hora de las brujas, silbando, con mis pelos al viento, pleno de color humano. ¡Sílbame, oh cabeza…!
Sílbame, Oh Cabeza!!! Para que mi música se mezcle con mis pelos y se ventile un poco nomás. ¿O es que acaso mi destino fue un recuerdo pensado y pasado en el pasado? Lo único que me queda sos vos mujer que has estado a mi lado. Y todavía aprieta en mi cuello tu ausencia y no puedo besarte en el cielo, porque estás en la tierra, un poco lejos nomás... Y como no quiero ahogarme extrañándote te doy mi amor con música...música...música... Hasta que te encuentre nena, hasta que te encuentre.
Hay un Día del Escritor, como así también un Día de la Madre, o tantos otros días “de”. No hay nada ideal. Pero los días, todos, deberían ser días “de”. Como bien suponemos, la “madre” de todo escritor es el lenguaje, la palabra. Y con ellas trabajamos, luego de correr de aquí para allá, haciendo otras tareas, otras cosas, la generalidad de las veces sobrellevando quehaceres que nada tienen que ver con la escritura. ¿Nada tienen que ver? ¿Es esto verdad? Sacar la basura al amanecer tres días a la semana; el tren que no llega nunca y esa hora y cinco hasta Constitución que nos hace pensar en buscar otro trabajo; juntar las hojas, casi secas, para acolchar el cantero que hicimos alrededor del jacarandá y que el invierno pase, pase sin herir las raíces; nunca, o casi nunca, estar con los amigos, con los seres queridos, que saben que la caída del sol es la hora de las lecturas, la oscuridad del intentar-ver qué hacemos con ese cúmulo de borradores, un libro que no termina de crecer. Tal vez eso sea escribir, no terminar de crecer, aunque las manos, las canas, las dolores digan todo lo contrario, aunque un fugaz conocimiento pareciera revelarlo todo.
Publicado hoy en diario “Diagonales” de La Plata. Imagen: Tapa LP “Desatormentándonos” de Pescado Rabioso, 1972.
Una fragancia violenta cruzó la frontera del país de nuestros cuerpos Calladita, se metió entre las sábanas, y te susurró a vos, y me susurró a mí, y el polvo se abismó dejando un tajo sin fin, sin fin
¿Has oído a Keith Jarrett alguna vez? Así me siento, como al comienzo de la primera parte del concierto de Colonia, el 24 de enero de 1975. Ya entenderás. Pero, ¿por qué no pensar que te acunaron con esa melodía?
¿Había balcón en tu departamento? Hace tanto tiempo que no sé. Ni de balcones, ni de flores, ni de mates a la orilla de la esquina del sol.
Los días pasan, muchísimos, y una cita sobre la que nada una pregunta sin decir se ahoga en otro equivocado piano que poco sabe de improvisaciones.
Del otro lado desciende el sol,
despacio, tibio. En el claroscuro del hogar, camina un aire íntimo a través de
las vacías ventanas. Este. Noroeste. El lenguaje huele a naranjas y moras y
voces que vendrán después. Hay un sentido. La joven, que mueve las manos en el
espesor de una balada interminable de Leonard Cohen, no sabe aún que su fuerza,
su belleza, respiran en sus ojos oscuros. La visita, para que no se congelen
los ríos, acomoda la espalda en el sillón inagotable de pañuelos y carpetas. Bovary
juega con una pelotita roja que una y otra vez derrota el viejo polvo de los
escaparates de lectura (hay una fotografía no revelada). La cita como
respuesta, el pensamiento de una felicidad que falta, intensa espera. Luego, el
atardecer donde la luna parecía apagarse perpetuamente. Que parecía, sí.
Iluminada de luna. Esa, única, tarde.