12/3/14

En casa, con Juan Gelman


“Toda antología es una puerta de entrada a una casa que tiene otras puertas que nos conducen a otras puertas de entrada y de salida. Son los mundos que en definitiva es el mundo. En estos días vienen al caso dos de esas puertas de entrada al mundo: Los nuevos. Selección de cuentistas, y El pan duro. Dos libros en lo que descubrí a varios de los poetas que me acompañan, con más o menos frecuencia de lecturas, hasta el día de hoy”.

Por José María Pallaoro
(para La Tecl@ Eñe)


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En casa, con Juan Gelman
Un adolescente, y su encuentro con la poesía del más grande poeta argentino de la segunda mitad del s. XX.

Por JOSÉ MARÍA PALLAORO

          Nadie recuerda esa librería. De todos mis amigos, aquellos para quienes la lectura es parte fundamental de sus vidas y rondan un poco para arriba, un poco para abajo mi edad, nadie recuerda la librería de 42 entre 1 y 2 de La Plata. Cursaba los últimos años del secundario y cada tanto, cuando las monedas ahorradas al colectivo o al tren pesaban en el bolsillo, visitaba esa librería en un intento de encontrar, de descubrir tesoros. Y siempre ocurría. En estos días vienen al caso dos encuentros fundamentales. Uno, Los nuevos. Selección de cuentistas y poetas, Centro Editor de América Latina, 1968. Otro, El pan duro, Grupo de poesía, Ediciones la Rosa Blindada, 1963. En estos dos libros descubrí a varios de los poetas que me acompañan, con más o menos frecuencia de lecturas, hasta el día de hoy: Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley, Francisco Urondo, Juana Bignozzi, Hugo Gola, Alberto Szpunberg, Mario Trejo, Alejandra Pizarnik. Y por supuesto, Juan Gelman. Toda antología es una puerta de entrada a una casa que tiene otras puertas que nos conducen a otras puertas de entrada y de salida. Son los mundos que en definitiva es el mundo.

          Mi padre, en su juventud había sido ebanista, construyó con madera de itín, allá por 1963, una pequeña biblioteca o repisa de tres estantes que se convirtió, una década después, en mi biblioteca. La repisa, creo que es correcto el término ya que en su tercera y segunda tabla sumando desde abajo no entraba un libro parado y tenía que acostarlos. A los quince años me sentí orgulloso de la tabla y media de libros míos, que había leído o que estaba por leer y donde yo era el hacedor de esos mundos por descubrir. Hoy, en mi taller, donde trabajo luego de volver del trabajo, esa repisa está cubierta con más de un centenar de libros, muy cerca del pequeño escritorio y de la computadora portátil, a un par de metros de la pared amurallada de libros, revistas y diarios. Comienzo a revisar esas antologías y algunos libros individuales de Gelman.

          En Los nuevos. Selección de cuentistas y poetas, encontramos seis poemas de Gelman. Los primeros cinco extraídos de los libros Violín y otras cuestiones (“Un viejo asunto”), El juego en que andamos (“Límites”), Gotán (“El árbol” y “Camilo Cienfuegos”). El último de los poemas es “Foto”, incluido en la revista Zona de la poesía americana (editada por, entre otros, los poetas Edgar Bayley, César Fernández Moreno, Francisco Urondo y Alberto Vanasco), Buenos Aires, año, II, número 4, noviembre de 1964. El interés por este poema es que no fue recogido en libro individual ni en la obra poética de Gelman, por lo menos en las ediciones que poseo. Transcribo el poema:

FOTO

puse tu fotografía tu rostro en sombras sobre mi mesa
estás despeinada y dulce estás lejos
estás en ese agosto pensando en quién en qué sonriendo apenas
te describo para tenerte
como hace miles de años los hombres a los animales que querían cazar
pero nunca te sacaré de ese agosto junto al agua
o casas semiborradas al fondo o como objetos misteriosos
alrededor de tu pelo donde el sol se empecina sobre ti
como si fuera mi mano

          Sabemos que el poema se publicó en la revista Zona…, que es anterior a noviembre de 1964, que no está en ninguno de los libros publicados por Gelman hasta ese momento. También sabemos que Gelman solía repetir títulos de los poemas. En Velorio del solo (1961), capítulo (o sección) Casos, encontramos un poema titulado “Foto” y otro con titulo similar: “Fotografías”. Transcribo los dos poemas, extraídos de ediciones Caldén, Buenos Aires, 1970, que incluye cuatro libros de Gelman: Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo y Gotán.

FOTO

En la fotografía que tus ojos vuelven dulce
hay tu rostro de perfil, tu boca, tus cabellos,
pero cuando vibrábamos de amor
bajo el oleaje de la noche y el clamor de la ciudad
tu rostro es una tierra siempre desconocida
y está fotografía el olvido, otra cosa.


FOTOGRAFÍAS

Mirando en viejas fotos mi rostro en que no estás,
la mejilla en que estás como dolor, olvido,
pienso qué harán en China ahora
con tanta tristeza como se me caía,
o crecerá como otro otoño humano
lleno de oros, de dulzura,
con un fuego en el medio como tu nombre, o sea
crepitarás entre los lotos de Hangchaw bajo setiembre
como cuando encontré la justicia en el mundo
y era como tu rostro,
mejor dicho: te amo

          Estos dos poemas no tienen diferencia con reediciones posteriores. Tomo por caso dos: Obra poética (Corregidor, 1984) y Velorio del solo (que incluye El juego en que andamos y Gotán, Página/12 – Seix Barral, 2011). Dejamos para otra oportunidad el comentario o análisis de estos tres poemas, más que interesantes, no solo por sus similitudes, sino porque éstas están dadas a partir que el poeta, para nosotros, está observando la misma fotografía. 

          La antología de El pan duro, editada según pie de imprenta en octubre de 1963, reúne a nueve poetas: Juana Bignozzi, Hugo Ditirambo, Juan Gelman, Luis Alberto Navalesi, Guillermo Harispe, Rosario A. Mase, Héctor Negro, Julio César Silvain y Alberto Wainer. Salvo los cuatro primeros, los demás, hasta ese momento, seguían formando parte del grupo El pan duro. Entre 1956 y 1963 publicaron diez libros. El primero de ellos, Violín y otras cuestiones. Hasta el momento de la antología El pan duro, Gelman (fundador del grupo del que formó parte hasta 1959) publicó tres libros más: El juego en que andamos, 1959; Velorio del solo, 1961 y Gotán, 1963, y se encontraba preso, junto a José Luis Mangieri y Navalesi, por los resabios del plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), durante la dictadura del abogado José María Guido (que tuvo en su equipo económico a personajes nefastos que se repiten de manera hereditaria en nuestra historia como Federico Pinedo y José Alfredo Martínez de Hoz). El libro está dedicado a Gelman, Mangieri, Navalesi, y además a José Pastafiglia y Lázaro Kanonich.

          En la antología hay diez poemas de Gelman, ocho de ellos formarían parte de Cólera buey, cuya primera edición argentina es de 1971, y si no me equivoco, hay publicada una antología de este libro en Cuba en 1965, con prólogo de Mario Trejo; los dos restantes no fueron, hasta donde sé, recopilados posteriormente en libro. Lo curioso de estos dos poemas, “Sí” y “Sucede”, es que en Cólera buey aparecen dos textos con el mismo título (ya dijimos que Gelman suele repetir títulos de poemas). Transcribo los poemas de la antología de El pan duro:



los pequeños anísculos legislan
dictan el código de la poesía
disponen cuidadosos sus artículos
y los metros y los tonos convenientes

a ustedes grandes asnos
les está prohibido conocer
los pájaros los vientos las señales
los otros vivos de los ritmos futuros

llévenlos a la mar y corténles el cuello
por no ver tanta mar en esa mar
aterran los abismos
de las cajitas de los grandes asnos

adminículos calvos musicardos
colísimos asnísimos en sí
perfectamente nada en sus balcones
tejen sus telas discursivas
sin presentir sin advertir
las esmeraldas de la luz que estallan en sus babas

a veces me dan pena
estos (y otros) clientes del pasado
sus muertes les permiten
hablar con gran autoridad


SUCEDE

la desconocida que se arrojó a la calle desde el séptimo piso
me amaba hacía mucho y además
amaba cuatro flores
y un antiguo sombrero de verano

la desconocida dialogaba con ciertos edificios solamente
la habían visto mover su gran mujer como un escándalo una fiesta
algo caía de sus huesos como las hojas en otoño
su nostalgia de mí seguramente

lo supe al verla descansando por fin sobre el asfalto
con una cara tan igual a la mía cuando hablo del país
ninguna flor podrá crecerle nunca
y lo que hubo fue un gran lío de tránsito
uno que dijo se hizo moco
y la columna de aire que tiembla en esa esquina
y seguirá temblando los siglos de los siglos
como cuando la desconocida iba bajando
con un sombrero y cuatro flores
en representación de tanto olvido


          Colera buey se inicia con una breve introducción de Gelman (que no encontramos en la Obra poética ya citada). Dice gelman: “Este volumen reúne un poema al comandante Guevara y los restos de nueve libros inéditos escritos en un momento muy particular de mi vida.” Ese momento particular va desde 1962 hasta 1968. Y la selección de poemas de esos nueve libros los ha convertido en este “volumen” en secciones. El poema dedicado a Ernesto Guevara, el Che, corresponde a la sección 8, según orden del índice, y se llama Pensamientos, escrito en octubre de 1967. La selección de textos de los nueve libros (ahora secciones), son: El amante mundial (1962), Cólera buey (1963), Partes (1963), Rostros (1963), Otros mayos (1963), Perros célebres vientos (1963), Sefiní (1964-1965), Traducciones I. Los poemas de John Wendell. Los poemas de Dom Pero (1965-1968) y Traducciones II. Los poemas de Yamanokuchi Ando (1968).

          Gelman ha dicho en diferentes oportunidades que es de escribir mucho y corregir poco, más que nada tachar, y que los poemas que no lo convencen van a parar, por lo general, al cesto de papeles. Creo recordar haber leído que entre el período que va desde El amante mundial hasta Sefiní, es decir, 1962-1965, escribió más de dos mil poemas (Gelman debió exilarse en 1975; en 1976 la dictadura militar allana la casa de Gelman y robó muchísimos poemas de este período). Apenas cerca de cien de esos dos mil poemas son los que se recopilan en el libro. Vayamos ahora a los poemas “Sí” y “Sucede”, los que aparecen como definitivos en Cólera buey. “Sí” se encuentra en la sección 2, la que da nombre al volumen. Y dice así:


celebrando su máquina
el emperrado corazón amora
como si no le dieran de través
de atrás alante de su porfía

alante de ala de volar
que no otra cosa intenta
molestándole piedras
como especie de pies

pies que piesan en vez de alar o cómo
sería el mundo el buey lo que se hija
si no nos devoráramos
si amorásemos mucho

si fuéramos o fuésemos
como rostros humanos
empezando de a dos
completos en el resto

          Este es un poema más que interesante por diversos motivos. De la línea 2 y de la línea 4 de la primera estrofa surgen los títulos de dos libros muy posteriores de Gelman: El emperrado corazón amora (2011) y de atrásalante en su porfía (2009). Además, en el “Sí” de El pan duro, es evidente la mirada crítica de Juan Gelman hacia el partido del que formaba parte hasta ese momento y del cual se separó en 1964. El Partido Comunista Argentino bajaba línea sobre cómo se tenía que escribir poemas, hacer literatura; desde el buró político abogaban por una poesía completamente comprometida con lo social y político. Gelman no estuvo de acuerdo, y más allá de las discusiones internas que mantuvo con el partido, y de no haber dejado nunca de ser un poeta comprometido, les respondió bellamente:

“los pequeños anísculos legislan
dictan el código de la poesía
disponen cuidadosos sus artículos
y los metros y los tonos convenientes

a ustedes grandes asnos
les está prohibido conocer
los pájaros los vientos las señales
los otros vivos de los ritmos futuros”

En “Sucede” ocurre algo parecido. Ya leímos el texto de El pan duro, ahora nos toca el de Cólera buey, incluido en el capítulo 3, Partes:

SUCEDE

asaetado el delirante
contento de prez
alza la cola el vuelo su caballo
repite su color

¡ah gran caballero delitento
toda colez para al alzor!
¡qué amor para estos días!
¡qué repeteado su vuelísimo!

¡acaballáramos el tiempo y es lo mismo!
¡piafáramos paciencia
como pacallos que mismáramos
todos los animales de la sed!


          En lo que respecta a los otros ocho poemas que aparecen en la antología El pan duro y que se incorporan a la edición definitiva de Cólera buey, podemos marcar algunos datos por lo menos curiosos. El poema “Ars poética” pasa a llamarse “Pars poética” formando parte del capítulo Partes. Del capítulo 5, Otros mayos, aparecen tres poemas, uno de los cuales pasa de titularse “Esta carta” a denominarse simplemente “Carta”. Hay cuatro poemas más que se incluyen en Cólera buey: “Épocas”, “Los amigos”, “Constancias” y “Gotán” (entre comillas en el original). El poema “Gotán” de El pan duro fue corregido posteriormente por Gelman. La versión de la antología es así:

“GOTÁN”

yo no escribí ese libro, en todo caso
me golpeaban me sufrían muchísimo
me sacaban palabras como sangre
yo no escribí ese libro, entiéndalo

así, estará mejor o muy peor
visto no más que la poesía
gira en sus propios brazos, nada
teniendo al fin que ver con ella

a ver testículos los míos vuelen
pero a ver sí se dejan de doler
hay que dejarme solo furia
bajo mis capas de tabaco

hay que dormirme el corazón
el dulce no da más
bestias de amor que me lo comen
yo nunca escribí libros

          Gelman ha expresado que él escribe poemas, por eso ese “yo nunca escribí libros” cobra un significado especial. Si Gelman escribió libros o solo poemas que luego formaron parte de libros es un tema que supera este trabajo, aunque sería interesante intentar analizarlo en algún momento. Veamos ahora el poema “Gotán” como aparece en el capítulo 2, Cólera buey, que también da nombre al volumen.


“GOTÁN”

yo no escribí ese libro en todo caso
me golpeaban me sufrían
me sacaban palabras
yo no escribí ese libro entiéndanlo

así, estará mejor o muy peor
visto nomás que la poesía
gira en sus propios brazos nada
teniendo al fin que ver con ella

a ver testículos los míos vuelen
pero a ver sí se dejan de doler
hay que dejarme solo furia
bajo mis capas de tabaco

hay que dormirme el corazón
el dulce no da más
bestias de amor que me lo comen
yo nunca escribí libros

          Posiblemente, el poema publicado en la antología del grupo de poesía El Pan duro, haya surgido de una versión no corregida por Gelman, leída y entregada a alguno de sus compañeros de militancia, y se haya editado sin el consentimiento de Gelman. Pero esto no podemos saberlo. Los cambios entre un poema y otro están dados, más que nada, en tachar lo que está de más, lo que es innecesario, y algún otro cambio formal que da una mejor respiración al texto.

          De 1962 es el libro Gotán, que incluye un poema del mismo nombre (en este caso sin comillas), y que reproducimos por ser uno de los poemas más populares de Gelman:


GOTÁN

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.

          Para finalizar, en la librería de 42 entre 1 y 2 conocí a un empleado (ahora lamento haber olvidado su nombre), unos diez años más grande que yo que rondaba los 20; no era de extrañar que este flaco notara mi asidua concurrencia a la librería y el tipo de material que elegía, por eso es que fue guardando libros que acobachada en rincones inverosímiles (en realidad yo hacía lo mismo, porque no siempre tenía el dinero para la compra). Eran tiempos de la dictadura cívico-militar. Un día dejó de trabajar. Aunque no mucho después y aún en dictadura, esperando el colectivo en Centenario y Cantilo de City Bell, se detiene un auto, y reconozco al muchacho del volante, el flaco de la librería. Por supuesto, subo y me lleva hasta La Plata. Puso un casete de Silvio Rodríguez. Digo el nombre del trovador cubano, y el flaco me responde “Yo sabía que con vos no me había equivocado”. Ahí me cuenta que era guitarrista, que había tocado con César Isella y también con ¡Silvio Rodríguez! Le paso mi teléfono, llama un par de veces, aunque nunca más nos volvimos a ver. Aun espero encontrarlo para decirle lo mucho que le agradezco todos esos libros que guardó para mí.


City Bell, 16 de enero de 2014.-
Fotos con dedo incluido: JMP.-