Un certero golpe en la cabeza del silencio:
La poesía de José María Pallaoro
Por Concepción Bertone (*)
En el poema titulado Saberes, de su libro “Son dos los que danzan”, José Maria Pallaoro dice: “sé que soy/ la garra en la puerta/ de la jaula/ y soy el pájaro/ que se queda/ en un rincón/ sin querer salir”. Ser el pájaro o la pantera de Rilke encerrados en la cabeza y el corazón, es la pura razón de la escritura, la única apertura de la reja. Desde allí escribe el poeta platense, desde ese sentimiento que el cuerpo reconoce como encierro y liberación, y que acepta con Barthes los “saberes” que son la condición de la escritura: “Saber que no escribimos para otro, que esas cosas que voy a escribir nunca harán que me ame quien yo amo, saber que la escritura no compensa nada, que no sublima nada, que está precisamente donde tú no estás”. Tal es su comienzo. Tal su finalidad. La entrega y el despojo de un poeta que trata de anteponer ante todo su don de amor en el hecho poético como en la vida y que por eso preexiste ese hecho poético, porque alguien lo varía en el estilo que está más allá de la literatura, pero estrechamente unido al ser que se es.
De allí deviene una palabra clarísima que se sumerge en su mitología personal, una palabra nítida en la que está todo ofrecido, entregado y tendido en la reticencia sin reticencias: “no me despojo/ de lo que más/ quiero/ sino que/ lo que quiero/ se despoja de mí/ luna/ que en la noche/ callas”. Y esa luna callada que no es para el poeta ni para nosotros una reminiscencia, ni un resabio de felicidad o dolor de algunos momentos, sino suya y nuestra noción de todas las lunas vividas que se funde con la noción de todas las lunas vividas por otros seres. Luna que deja de ser El símbolo de una percepción personal, de una noción particular, para convertirse en el símbolo de un símbolo. Esa silenciosa luna de Pallaoro se torna un significante aislado del idioma y caudal afectivo que se forma en su forma de relacionar las palabras, en esa “hipofìsica” de su palabra donde nos ubica en el tema, en la intimidad de su texto, en la textura de su ideología, en la ventura de su libertad.
En ese lugar, vemos cómo sus recuerdos y sus vivencias confieren a su poesía su materia, mientras la ironía objetiva la visión poética, volviéndose un valor ético y estético, una vía y un aval de comunicabilidad. Y la figura retórica de la ironía, entendida como una postura de pensamiento que va desde el absurdo, como respuesta a la conciencia del vacío existencial, hasta el distanciamiento irónico del yo, en esa posibilidad que ofrece la palabra poética: “No entiende de colores/ confunde el encarnado con la lealtad/ lo racional con la esperanza/ y la pureza con la obscenidad/ No entiende de colores/ por eso pinta”.
El deseo y el Eros hacen lo suyo. La muerte se revierte en otra vida. La herida deja su cicatriz. La piel la acepta. La hace suya. Así Pallaoro llega al concepto de Barthes: el texto es el texto, es el goce comprendiendo el propio cuerpo como escritura. Esta escritura suya que se sitúa en otra realidad, la que resultó de la experiencia del vacío que nos rodea; la realidad más verdadera que da vida al lenguaje y que se nutre de materia gris, del pensamiento: “para saltar sin tiempo/ y violentamente perdido/ hacia otras formas”. “Hacia ese certero golpe en la cabeza del silencio”.
(*) Concepción Bertone nació en Rosario el 23 de abril de 1947. Publicó cuatro libros de poemas: De la piel hacia adentro, 1973; El vuelo inmóvil, Ediciones La Cachimba, 1983; Citas, Ediciones bajo la luna, 1993; Aria Da Capo, Ediciones del Dock y Revista La Guacha, 2006. Realizó Las Cuarenta. Poetas Santafesinas 1922-1981, antología que reúne a tres generaciones de poetas mujeres vivas. La poesía de Bertone está antologada en el país y en el exterior, y traducida a varios idiomas. POEMA: ARIA DA CAPO, Edic. del Dock / La Guacha, 2005. FOTO: Revista de Poesía La Guacha, Nº 21, 2005.
La poesía de José María Pallaoro
Por Concepción Bertone (*)
En el poema titulado Saberes, de su libro “Son dos los que danzan”, José Maria Pallaoro dice: “sé que soy/ la garra en la puerta/ de la jaula/ y soy el pájaro/ que se queda/ en un rincón/ sin querer salir”. Ser el pájaro o la pantera de Rilke encerrados en la cabeza y el corazón, es la pura razón de la escritura, la única apertura de la reja. Desde allí escribe el poeta platense, desde ese sentimiento que el cuerpo reconoce como encierro y liberación, y que acepta con Barthes los “saberes” que son la condición de la escritura: “Saber que no escribimos para otro, que esas cosas que voy a escribir nunca harán que me ame quien yo amo, saber que la escritura no compensa nada, que no sublima nada, que está precisamente donde tú no estás”. Tal es su comienzo. Tal su finalidad. La entrega y el despojo de un poeta que trata de anteponer ante todo su don de amor en el hecho poético como en la vida y que por eso preexiste ese hecho poético, porque alguien lo varía en el estilo que está más allá de la literatura, pero estrechamente unido al ser que se es.
De allí deviene una palabra clarísima que se sumerge en su mitología personal, una palabra nítida en la que está todo ofrecido, entregado y tendido en la reticencia sin reticencias: “no me despojo/ de lo que más/ quiero/ sino que/ lo que quiero/ se despoja de mí/ luna/ que en la noche/ callas”. Y esa luna callada que no es para el poeta ni para nosotros una reminiscencia, ni un resabio de felicidad o dolor de algunos momentos, sino suya y nuestra noción de todas las lunas vividas que se funde con la noción de todas las lunas vividas por otros seres. Luna que deja de ser El símbolo de una percepción personal, de una noción particular, para convertirse en el símbolo de un símbolo. Esa silenciosa luna de Pallaoro se torna un significante aislado del idioma y caudal afectivo que se forma en su forma de relacionar las palabras, en esa “hipofìsica” de su palabra donde nos ubica en el tema, en la intimidad de su texto, en la textura de su ideología, en la ventura de su libertad.
En ese lugar, vemos cómo sus recuerdos y sus vivencias confieren a su poesía su materia, mientras la ironía objetiva la visión poética, volviéndose un valor ético y estético, una vía y un aval de comunicabilidad. Y la figura retórica de la ironía, entendida como una postura de pensamiento que va desde el absurdo, como respuesta a la conciencia del vacío existencial, hasta el distanciamiento irónico del yo, en esa posibilidad que ofrece la palabra poética: “No entiende de colores/ confunde el encarnado con la lealtad/ lo racional con la esperanza/ y la pureza con la obscenidad/ No entiende de colores/ por eso pinta”.
El deseo y el Eros hacen lo suyo. La muerte se revierte en otra vida. La herida deja su cicatriz. La piel la acepta. La hace suya. Así Pallaoro llega al concepto de Barthes: el texto es el texto, es el goce comprendiendo el propio cuerpo como escritura. Esta escritura suya que se sitúa en otra realidad, la que resultó de la experiencia del vacío que nos rodea; la realidad más verdadera que da vida al lenguaje y que se nutre de materia gris, del pensamiento: “para saltar sin tiempo/ y violentamente perdido/ hacia otras formas”. “Hacia ese certero golpe en la cabeza del silencio”.
(*) Concepción Bertone nació en Rosario el 23 de abril de 1947. Publicó cuatro libros de poemas: De la piel hacia adentro, 1973; El vuelo inmóvil, Ediciones La Cachimba, 1983; Citas, Ediciones bajo la luna, 1993; Aria Da Capo, Ediciones del Dock y Revista La Guacha, 2006. Realizó Las Cuarenta. Poetas Santafesinas 1922-1981, antología que reúne a tres generaciones de poetas mujeres vivas. La poesía de Bertone está antologada en el país y en el exterior, y traducida a varios idiomas. POEMA: ARIA DA CAPO, Edic. del Dock / La Guacha, 2005. FOTO: Revista de Poesía La Guacha, Nº 21, 2005.
1 comentario:
Gracias por publicar la poesía de Concepción Bertone!!! Alicia Madariaga de Colombo
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