10/9/21

José María Pallaoro, un poeta de City Bell para quien “escribir es la única salida”


José María Pallaoro, un poeta de City Bell para quien “escribir es la única salida”


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LA PLATA
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20/01/2021 - 00:00hs

Por Santiago Marelli


José María Pallaoro nació en La Plata un 28 de febrero de 1959. Poeta y periodista cultural, cursó estudios de Castellano, Literatura y Latín. Condujo y produjo los programas radiales platenses La máquina del tiempo, En la vereda del sol, Mariposas de madera y La Talita.
También colaboró con artículos literarios en el diario Diagonales. Dirigió la revista de poesía El espiniyo y en la actualidad escribe para medios gráficos y virtuales, dirige la editorial Libros de la Talita Dorada, coordina en City Bell un taller de escritura y el espacio cultural La Poesía.
Además administra los blogs literarios Poesía City Bell, Poesía La Plata y Aromito, y uno personal, Los Ojos. En diálogo con diario Hoy, contó detalles de su forma de entender la poesía.


¿Cuándo descubriste la poesía?
De chico, en la pubertad leía y escribía poemas. Algunos escarceos en la primaria, con más frecuencia en la secundaria. Siempre fui vergonzoso, nunca mostré nada, o muy poco. Mi hermana menor, Gaby, me revisaba los cuadernos y marcaba los textos que le gustaba, y a mí no me gustaba nada. Regalaba poemitas, a mi novia del secundario por ejemplo. Mis padres fueron muy generosos, provengo de clase trabajadora. Me compraban discos y revistas todos los meses y de ahí sacaba la información. El rock fue un gran impacto, escuchar a los 11 años a Litto, Moris, Spinetta…, me abrió un mundo que me acercó a la poesía, a la literatura, aunque tuve curiosidad por todo o casi todo. Cualquier libro era de mi interés. 


¿Qué es para vos escribir poemas?
Ahora, puedo contestarte con un breve texto incluido en Antología breve, libro armado y editado de manera artesanal por el escritor León Peredo. “No hay laberintos por elevación. Escribir es la única salida.” Después me di cuenta que estaba reflexionando lecturas de Leopoldo Marechal, de su libro Laberinto de Amor y de un prólogo que escribió para Visión de los hijos del mal de Miguel Ángel Bustos.  


Si tuvieras que reducir a tres de los escritores platenses fundamentales a cuáles elegirías.
Roberto Themis Speroni. Vivió cerca de casa. Murió cuando yo tenía 8 años. Siempre lo vi por calle Cantilo, vi su sombra. De vez en cuando se me aparece. “Come mi madre un guiso de verduras / en su casa distante; come un guiso / que tiene casi un siglo y los cubiertos, / niquelados de amor, comen con ella / hoy, en abril, mientras mis tres hermanos / comen en sus hogares, con los hijos / sonoros de maíz, blancos de almíbar. // Mi padre come arriba, con los muertos… // Yo espero aquí; no ceno todavía. / Lo haré después, cuando los míos duerman.”

Mario Porro, maestro y amigo. Una obra siempre a descubrir. Me dedicó un par de poemas. "Hay muchos puentes / imaginarios / que nos juntan / para ver fluir / la vida / en el mundo // Pero pocos / que nos dejan / saber / como fluye / un poema / en nuestra sangre". Es una dedicatoria en su libro Tropos.

Néstor Mux. A mis 16 años leí su libro Cartas íntimas para todos. El libro llegó a casa a través de Mirta Villanueva, cuñada de mi hermano Luis que falleció en mayo de 2020. Mirta y su compañero Sergio Paniagua están desaparecidos. Mirta estaba embarazada, así que su hijo o hija sigue en poder de sus apropiadores. Creo que Néstor Mux es el poeta vivo más importante. 


¿Cuáles son los lugares de La Plata que más tienen que ver con tu historia personal?
Soy de City Bell. Muy poco urbano. Me gustan mucho los trenes y las estaciones. Solía subir al tren y viajar sin destino. Bajaba en cualquier lugar y caminaba por el pueblo, los de fuera del partido, los de acá, Ringuelet, Tolosa… Alrededor de la estación de La Plata había lugares de mi interés, disquerías, librerías de viejo que son las que siempre frecuenté, bares donde me encontraba con amigos o solo me ponía a observar, pensar, a escribir en libretas, a leer. Plazas. Hay otros lugares, claro, pero sería muy extenso.


¿Escribiste algo durante y/o sobre la pandemia?
Antes de la pandemia, entre enero y febrero de 2020, escribí cerca de una treintena de poemas breves que agrupé bajo el título Bajo la sombra del sauce, y, luego, tuve la necesidad, aunque aún es un trabajo en proceso, de difundirlo en las redes sociales. En la pandemia que aún estamos padeciendo, hubo demasiadas pérdidas personales. Quedé bastante anulado, perdido, intenté hacer cosas. Me costaba y cuesta todo: leer, tomar notas…, trabajé en el jardín, intenté nutrir mis blogs Aromito, Poesía La Plata, Poesía y Política, Poesía City Bell... Hice lo que pude. Y escribí, claro, no tanto como en los dos primeros meses, escribí, sí, algo, como este soneto: 

“En los días en que los muertos viven / el barrio despierta sin colores; zanjas / con renacuajos y anguilas repiten / leyendas de limones y manzanas / que nadie a la hora de la siesta / puede ofrecerte. No olvido. Pronto el fin / de todo sellará los ojos de esta / mariposa posada en el verdín / donde una vez habitó la estrella / muerta de otra mariposa. La nube / roja que se va se lleva la sombra / de lo vivido en esa oscura estela / que se pierde en lo que ya no se ve. / La noche de los muertos nada nombra.” 

Y estas dos líneas: 
“¿Lo importante de seguir vivo? / El poeta muerto no puede escribir”. 


¿Seguís ejerciendo el periodismo? ¿Cuáles son los mejores momentos que te deparó el periodismo, abundá un poco en ellos?
Nunca ejercí el periodismo de manera profesional. Hice radio gracias a mi amigo Charly Olmo y al querido y recordado Eduardo Candreva, “La máquina del tiempo” en Radio Futura. Experiencia hermosa. En otras radios de City Bell y Villa Elisa: “Mariposas de madera”, “En la vereda del sol”, “La talita”. Programas que tomaban como excusa el rock argentino para hablar de otras músicas, historia, política, ecología, filosofía... Fui columnista de varios programas. Cuando me enteré que Marcelo Figueras era el nuevo director de Radio Provincia, le escribí un correo-e proponiéndole un programa de rock y poesía. No tuve respuesta, tal vez no era la vía pertinente. Escribí con cierta frecuencia para un diario de la ciudad. Me tiraban un tema, cuantas palabras. Y lo necesitamos para “ayer”. Escritura rápida que me ayudó bastante. Colaboré con notas, artículos para otros diarios y revistas. Saqué una revista de poesía, El espiniyo... 


¿De los músicos, en cuál encontrás más poesía?
En estos días escuché a Jorge Fandermole, y  los discos del Dúo Salteño. Voy y vengo. 


Recordá recitales memorables que hayas visto en La Plata.
En mayo de 1978 me secuestraron en calle 12 de La Plata, cerca de una comisaría. Me metieron en un auto, en el asiento de atrás, me pusieron una capucha o un trapo, solo escuché gritos, me puteaban en todos los idiomas, me pegaban con los puños, me percutaron en la cabeza varias veces. Ni sé dónde me dejaron ni como llegué a casa. El período 1976-1979 fue horrible, terminé el secundario y me echaron del colegio. Me encerré en la casa de mis padres. Los recitales eran espacio de libertad. Se concurría asustado. No sabíamos qué podía ocurrir. Ya no estaba la figura de “desacato a la autoridad”, “averiguación de antecedentes”, cosas así. Si te levantaban, lo más seguro era la muerte. Tuve muchísima suerte. 

Recuerdo a Invisible, tocaron en La Plata, en Atenas dos veces en 1974; en un boliche llamado Barras que creo que estaba en calle 8 entre 45 y 46 en 1975; tocaron en Berisso en el Club Villa San Carlos por agosto de 1976. Y en el Club Atenas el 5 de noviembre de 1976. Presentaron el Jardín de los presentes ya no como trío si no como cuarteto con la incorporación del guitarrista Tomás Gutbisch. Fue maravilloso a pesar del terror imperante. La cosa estaba densa, la situación en la calle era insostenible. Reprimían en cualquier momento. Spinetta para el recital y dice algo así: “Si no entran los chicos que están afuera, no tocamos más”. La memoria es complicada, pasó demasiado tiempo. Fui uno de los chicos que entró. Estaba muy cerca del escenario. La primera parte fue como trío: “Habla conmigo viejo perro blanco”. Hasta que el Flaco presenta a Tommy y salen con “Alarma entre los ángeles”. En un momento los ojos del Flaco se encuentran con mis ojos. Habrá sido ni siquiera fracción de segundo, pero me sentí tan feliz en ese momento. 

Recuerdo La máquina de hacer pájaros, con Charly, en el Cine Teatro Astro, tal vez el 12 de agosto de 1977. Presentaron Películas. Hermoso. Charly junto a Cutaia, Fernández, Moro, Bazterrica. Decía Charly en el programa, cuando en Atenas tocaron el primer disco de La máquina: “La intención de este grupo es realmente hacer una música en forma comunitaria, donde cada uno sea un engranaje, bla, bla, etc”. 

Recuerdo a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Dos recitales en el Teatro Lozano. Uno en noviembre de 1977 y el otro por abril o mayo de 1978. No estoy del todo seguro. Circo, humor, rocanrol, un Sergio Martínez que hacía de Patricio Rey o payaso que interrumpía a la banda con sus monólogos. Vito Nervio o El Mufercho hizo dos programas en Radio universidad que me marcaron: Milenio y Ondas. 


¿Cómo nació “La talita dorada” y cuál es el objetivo que te propusiste?
Hace más de 20 años. Quizás por mi necesidad de comunicarme y difundir. “Talita” es por los talas que estaban cerca de casa. Ahí nos refugiábamos del calor y de la lluvia. Hacíamos casitas en lo alto y observábamos el barrio, que eran casas aisladas, campo más que nada. “Dorada” es por el fruto de los talas. Dorados por el reflejo del sol. Delicia para los pájaros y para los chicos. Por ahí también están Cortázar, Tanguito, y otras lecturas. 


¿En qué proyecto estás trabajando?
En pandemia junto a la poeta y psicóloga Paola Boccalari armamos en pdf los “cuadernos SPERONI  de poesía y otras artes”. Salieron 9 números. Algunos individuales (Julián Axat y Coti López, “La cama de la calle cabrera y otros poemas inéditos”; uno mío, “Con felicidad y otras microficciones”) y otros colectivos (“Una ventana abierta”, 11 autores; “Alrededor de la mesa vacía” con 11 autores que integran mi taller de lectura y escritura creativa). La idea es en este 2021 que inicia, sacarlos en papel o al menos armar una antología. 
Me gustaría publicar la poesía de Roberto Themis Speroni, hace rato la vengo armando. 
Hay muchas ideas, pero al estar lejos aún de concretarse prefiero el silencio y no quemar las velas. 

3/9/21

ALEGRANZA hacia una educación poética

City Bell, con David José Kohon, circa 1998

"ALEGRANZA: hacia una educación poética" se propone como un espacio de rehumanización a partir de la investigación y difusión de las posibilidades de la actividad creativa, con especial énfasis en la artística y verbal.

 

ALEGRANZA NO SE CANSA...

Y hablando de cansancio, presentamos a JOSÉ MARÍA PALLAORO, artista e infatigable promotor cultural platense, en los tiempos dolorosos y desafiantes del Covid. Sin desperdicio.

 

 

14 de agosto de 2021

ENTREVISTA A JOSÉ MARÍA PALLAORO

            Por María Antonia Sassi

 

            -Investigando sobre tu biografía, observo que en Literatura abordaste (al menos, en lo publicado) solamente el género lírico. ¿Cuál fue el motivo de no haber incursionado en narrativa?

            -En 2015 publiqué un libro, El flautista de City Bell, donde, además de prosa poética, incluí microrrelatos, un género que me atrae como lector, y que, cuando puedo, me gusta escribir. En diarios, revistas, suplementos, aparecieron algunos cuentos, aunque nunca publicados en libros. En el otoño de 2020, en el número 5 de “cuaderno SPERONI de poesía y otras artes”, salió Con felicidad y otras microficciones. Hay dos nouvelles, ahora un poco abandonadas por la pandemia, Mar y El ausente, que vengo trabajando hace un tiempo. En realidad, por ahora son notas y apuntes en respectivos cuadernos y documentos Word. Ojalá logre encontrar la energía necesaria para avanzar en la escritura. Aunque es cierto, lo más visible de mi trabajo es la poesía.

 

            -Como coordinador de talleres literarios ¿preferís un perfil determinado de los futuros poetas?

            -Que sean lectores. Realizo una entrevista previa y ahí vemos, los dos, si podemos generar esa especie de comunión, sentir esa electricidad, que va más allá del contenido, como pedía Juanele. En el taller no sólo se aborda la poesía, aunque, tal vez, tenga mayor preponderancia, sino también la narrativa. Leo desde muy chico de manera casi obsesiva.

 

            -¿En el aprendizaje del Taller Literario, se imparten conocimientos de recursos literarios y teóricos o predomina la escritura subjetiva?

            -Nunca concurrí a un taller literario. Comencé a coordinarlos por mi necesidad de hablar con otros de poesía, de literatura. Soy bastante solitario, y la lectura es una buena compañera al igual que la contemplación y la observación. En taller hay un poco de todo eso que decís. El grupo da la pauta a seguir y trabajamos de acuerdo a las necesidades que se van imponiendo.

 

            -¿Qué reportaje, programa determinado, acontecimiento especial, recordás con afecto y emoción, relacionado con tus programas radiales?

            -Muchos años de radio y decenas de programas como conductor y productor. No recuerdo haber hecho entrevistas en vivo. Sí reportajes grabados en casetes que luego editaba. La radio es magia. Y hubo momentos mágicos. Me cuesta elegir, cada programa era una historia. Recuerdo uno dedicado a Jorge Pinchevski. Otro a David José Kohon, el director de cine. Vivió en City Bell y solía verlo. Él comenzó como poeta. Conservo unos pocos poemas inéditos de David que alguna vez pienso publicar. En general, quedé muy conforme con esos programas de “La máquina del tiempo”. Se grababan y luego se repetían en otro día y horario. Algunas de esas cintas se perdieron, quizás por desidia mía, por no haberlas recuperado. Luego de “La máquina del tiempo” realicé otros programas, y compartí la conducción con poetas como Marta Miranda y Paulina Juszko, con el profesor de filosofía Daniel Gutiérrez.

 

            -Durante este período de pandemia que atravesamos universalmente ¿continuaste con tu escritura o te sentiste afectado emocionalmente y la interrumpiste?

            -Sí, me sentí, me siento muy afectado. Demasiadas pérdidas. Demasiado dolor. Entre enero y febrero de 2020 escribí una treintena de poemas breves que conformaron una serie que llamé Bajo la sombra del sauce. Luego, a mediados de marzo, la peste. Y cambió todo. Dejé de hacer taller presencial, me llevó más de un año acomodarme, y en abril de este año llegó lo virtual, por suerte. Dejé de leer, al menos como siempre lo hice. Y por supuesto, dejé de escribir, o escribí poco. Lo que hice fue tomar notas en el cuaderno. Con demasiado esfuerzo. Las palabras me fueron abandonando. Perdí montones de palabras, de muchas no sabía su significado (...)

 

            - Para finalizar, me encantaría me cuentes tus futuros proyectos literarios y culturales.

            -Continuar con los cuadernos SPERONI. En 2020 sacamos 7 números, en formato PDF; lo ideal es llevarlos a papel o arrancar de nuevo. En esos cuadernos colaboraron escritores, poetas, talleristas. Los quisiera mencionar: Paola Boccalari, Azucena Salpeter, Alberto Pipino, Olga Edih Romero, Julián Axat, Susana Siveau, Alejandra Taylor, Erica Aisa, Camila Ragazzini, Agustina Samoilenco, Soledad Gutierrez Eguía, Adriana Romano, Romina Torchio, Carolina Cortazzo, Cristina Muñoz, Mabel Martínez, Marcelo Steblak, Mirta del Pino, Silvia González, César Amiel.

Seguir alimentando, nutriendo mis blogs Aromito, Poesía La Plata…

Intentar ordenar mi trabajo. Hay bastante material inédito y a revisar, corregir.

También desearía editar a escritores y poetas que admiro. Algunos de mi pueblo y de mi ciudad. Hay demasiado por hacer, y el tiempo que queda es escaso.

 

 

José María Pallaoro también ha incursionado en la narrativa y en este espacio les dejo el microrrelato de su autoría:

 

            El otro lado del río

 

            ¿Qué hacemos acá? Se lo pregunté después de estar los dos mirando el río durante horas. En esas horas pensé nada o poco, o eso creo porque ¿acaso es posible dejar de pensar? Lo cierto es que le pregunté qué hacemos acá. Quieta, inmóvil, como un maniquí, siguió a mi lado, indiferente, extraviada, ahora lo sé, lejos. El viento leve hacia zigzaguear, apenas, el vello de su brazo, desnudo hasta cerca del hombro. El hombro cubierto por un saquito claro. Un saquito que le regalaron sus tíos del otro lado del río. Los visitamos para unas fiestas de hace unos pocos años, el tiempo pasa. Pasamos unos días caminando la caída del sol por la vieja costanera, casi no hablamos, aunque, entre nosotros, el silencio era dicha. En esos atardeceres bajaba la temperatura, si bien no se llegaba al punto de tener frío. Cuando tuvimos que volver fue que los tíos le dieron el saquito. No se trató, es cierto, de un regalo, simplemente refrescó y se lo pusieron en los hombros. Con definitiva certeza, siento que debe ser una carga enorme. Hubiese preferido no preguntar. Hubiese preferido lo callado, y no sentirme solo en este lado, mirando el río, mirando el río.

 

 

Gracias, José María