Revista LA PULSEADA 10 AÑOS
Acerca de "33 papelitos y una mora horizontal".
Por Margarita Eva Torres
En los “33 papelitos y una mora horizontal” de José María
Pallaoro hay contemplación, conocimiento y espiritualidad. Hay música, nombres,
vida y lo real se degrada hasta cobrar tintes espectrales e ilusorios. Al
introducirse en el mundo que el autor plantea, poblado de imágenes y objetos en
los que late un poderoso potencial de creación y acción, uno se pregunta: ¿Los
sueños invaden la realidad o la realidad se fusiona con ellos?
En los albores de la modernidad, Descartes se desveló
por el interrogante que abre la incapacidad del hombre para determinar, en un instante
preciso, si está despierto o está dormido. Pero el poeta supera la disyuntiva
porque su universo se constituye de lo sensorial, pero también de lo onírico y
de lo que subyace en la inefable intimidad del ser y busca una nueva identidad a su
imagen verdadera.
En un tiempo que no se mide, la vida fluye hacia un fabuloso
horizonte donde todos los pronósticos y paisajes son esperables y bienvenidos:
sol, viento, luna, otoño, amanecer, piedras, islas.
El poeta se nutre de todas y cada una de las capas de la
realidad que elige vivir y la palabra -arma y coraza- le permite ubicarse entre
esos mundos y hasta logra separarlos: desnacer en uno para emerger en otro, en
un eterno juego místico e intransferible.
Condenado a reavivar cenizas y sembrar, se anima. Se
desnuda. Se entrega a la poesía, ese mar que brillar a lo lejos. Donde vaya, la
palabra irá tras de sí, como
una sombra.
Margarita Eva Torres
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