3/9/21

ALEGRANZA hacia una educación poética

City Bell, con David José Kohon, circa 1998

"ALEGRANZA: hacia una educación poética" se propone como un espacio de rehumanización a partir de la investigación y difusión de las posibilidades de la actividad creativa, con especial énfasis en la artística y verbal.

 

ALEGRANZA NO SE CANSA...

Y hablando de cansancio, presentamos a JOSÉ MARÍA PALLAORO, artista e infatigable promotor cultural platense, en los tiempos dolorosos y desafiantes del Covid. Sin desperdicio.

 

 

14 de agosto de 2021

ENTREVISTA A JOSÉ MARÍA PALLAORO

            Por María Antonia Sassi

 

            -Investigando sobre tu biografía, observo que en Literatura abordaste (al menos, en lo publicado) solamente el género lírico. ¿Cuál fue el motivo de no haber incursionado en narrativa?

            -En 2015 publiqué un libro, El flautista de City Bell, donde, además de prosa poética, incluí microrrelatos, un género que me atrae como lector, y que, cuando puedo, me gusta escribir. En diarios, revistas, suplementos, aparecieron algunos cuentos, aunque nunca publicados en libros. En el otoño de 2020, en el número 5 de “cuaderno SPERONI de poesía y otras artes”, salió Con felicidad y otras microficciones. Hay dos nouvelles, ahora un poco abandonadas por la pandemia, Mar y El ausente, que vengo trabajando hace un tiempo. En realidad, por ahora son notas y apuntes en respectivos cuadernos y documentos Word. Ojalá logre encontrar la energía necesaria para avanzar en la escritura. Aunque es cierto, lo más visible de mi trabajo es la poesía.

 

            -Como coordinador de talleres literarios ¿preferís un perfil determinado de los futuros poetas?

            -Que sean lectores. Realizo una entrevista previa y ahí vemos, los dos, si podemos generar esa especie de comunión, sentir esa electricidad, que va más allá del contenido, como pedía Juanele. En el taller no sólo se aborda la poesía, aunque, tal vez, tenga mayor preponderancia, sino también la narrativa. Leo desde muy chico de manera casi obsesiva.

 

            -¿En el aprendizaje del Taller Literario, se imparten conocimientos de recursos literarios y teóricos o predomina la escritura subjetiva?

            -Nunca concurrí a un taller literario. Comencé a coordinarlos por mi necesidad de hablar con otros de poesía, de literatura. Soy bastante solitario, y la lectura es una buena compañera al igual que la contemplación y la observación. En taller hay un poco de todo eso que decís. El grupo da la pauta a seguir y trabajamos de acuerdo a las necesidades que se van imponiendo.

 

            -¿Qué reportaje, programa determinado, acontecimiento especial, recordás con afecto y emoción, relacionado con tus programas radiales?

            -Muchos años de radio y decenas de programas como conductor y productor. No recuerdo haber hecho entrevistas en vivo. Sí reportajes grabados en casetes que luego editaba. La radio es magia. Y hubo momentos mágicos. Me cuesta elegir, cada programa era una historia. Recuerdo uno dedicado a Jorge Pinchevski. Otro a David José Kohon, el director de cine. Vivió en City Bell y solía verlo. Él comenzó como poeta. Conservo unos pocos poemas inéditos de David que alguna vez pienso publicar. En general, quedé muy conforme con esos programas de “La máquina del tiempo”. Se grababan y luego se repetían en otro día y horario. Algunas de esas cintas se perdieron, quizás por desidia mía, por no haberlas recuperado. Luego de “La máquina del tiempo” realicé otros programas, y compartí la conducción con poetas como Marta Miranda y Paulina Juszko, con el profesor de filosofía Daniel Gutiérrez.

 

            -Durante este período de pandemia que atravesamos universalmente ¿continuaste con tu escritura o te sentiste afectado emocionalmente y la interrumpiste?

            -Sí, me sentí, me siento muy afectado. Demasiadas pérdidas. Demasiado dolor. Entre enero y febrero de 2020 escribí una treintena de poemas breves que conformaron una serie que llamé Bajo la sombra del sauce. Luego, a mediados de marzo, la peste. Y cambió todo. Dejé de hacer taller presencial, me llevó más de un año acomodarme, y en abril de este año llegó lo virtual, por suerte. Dejé de leer, al menos como siempre lo hice. Y por supuesto, dejé de escribir, o escribí poco. Lo que hice fue tomar notas en el cuaderno. Con demasiado esfuerzo. Las palabras me fueron abandonando. Perdí montones de palabras, de muchas no sabía su significado (...)

 

            - Para finalizar, me encantaría me cuentes tus futuros proyectos literarios y culturales.

            -Continuar con los cuadernos SPERONI. En 2020 sacamos 7 números, en formato PDF; lo ideal es llevarlos a papel o arrancar de nuevo. En esos cuadernos colaboraron escritores, poetas, talleristas. Los quisiera mencionar: Paola Boccalari, Azucena Salpeter, Alberto Pipino, Olga Edih Romero, Julián Axat, Susana Siveau, Alejandra Taylor, Erica Aisa, Camila Ragazzini, Agustina Samoilenco, Soledad Gutierrez Eguía, Adriana Romano, Romina Torchio, Carolina Cortazzo, Cristina Muñoz, Mabel Martínez, Marcelo Steblak, Mirta del Pino, Silvia González, César Amiel.

Seguir alimentando, nutriendo mis blogs Aromito, Poesía La Plata…

Intentar ordenar mi trabajo. Hay bastante material inédito y a revisar, corregir.

También desearía editar a escritores y poetas que admiro. Algunos de mi pueblo y de mi ciudad. Hay demasiado por hacer, y el tiempo que queda es escaso.

 

 

José María Pallaoro también ha incursionado en la narrativa y en este espacio les dejo el microrrelato de su autoría:

 

            El otro lado del río

 

            ¿Qué hacemos acá? Se lo pregunté después de estar los dos mirando el río durante horas. En esas horas pensé nada o poco, o eso creo porque ¿acaso es posible dejar de pensar? Lo cierto es que le pregunté qué hacemos acá. Quieta, inmóvil, como un maniquí, siguió a mi lado, indiferente, extraviada, ahora lo sé, lejos. El viento leve hacia zigzaguear, apenas, el vello de su brazo, desnudo hasta cerca del hombro. El hombro cubierto por un saquito claro. Un saquito que le regalaron sus tíos del otro lado del río. Los visitamos para unas fiestas de hace unos pocos años, el tiempo pasa. Pasamos unos días caminando la caída del sol por la vieja costanera, casi no hablamos, aunque, entre nosotros, el silencio era dicha. En esos atardeceres bajaba la temperatura, si bien no se llegaba al punto de tener frío. Cuando tuvimos que volver fue que los tíos le dieron el saquito. No se trató, es cierto, de un regalo, simplemente refrescó y se lo pusieron en los hombros. Con definitiva certeza, siento que debe ser una carga enorme. Hubiese preferido no preguntar. Hubiese preferido lo callado, y no sentirme solo en este lado, mirando el río, mirando el río.

 

 

Gracias, José María

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