No puede ser. No, no puede haber un hombre de esas características. Se lo dije el otro día al Acaparador De Sueños Ajenos, que con cara de naipe se marchó por la Avenida De Los Que Siempre Regresan. A hinchar las pelotas, me dice La Belleza Que Nunca Me Mira, mirando para otro lado, como siempre. No sé qué hacer con estas cosas, ni con ese hombre. Se lo dije, pero pareció no escucharme. Eso me pareció, antes de irme a dormir, sin lavarme los dientes y con los pies y las medias heladas.
Dónde carajo puse los lentes –dijo el ortiba.
Bueno, en realidad, creo que dijo eso, aunque no puedo asegurarlo –dijo el sordo. En ese momento, yo, estaba observando la medianera y una grieta que parece ensancharse cada vez más. Pero no lo podría asegurar tampoco, para eso necesitaría los lentes del ortiba que vaya a saber dónde carajo los puso.
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