Por José María Pallaoro, Diario Diagonales de La Plata, suplemento Ideas, domingo 2 de octubre de 2011.
LUIS PAZOS, POETA DEL VACÍO[1]
El cazador metafísico. Poesía reunida I forma parte de una
trilogía. Es el primer volumen editado, y está compuesto por cuatro libros
escritos entre 1971 y 2006: El Cazador
Metafísico, El Desierto, El arquitecto de la nada y Samurai. Luis Pazos nació en La Plata en
1940. Participó de la actividad artística en grupos fundamentales de la ciudad:
Grupo Diagonal Cero, Grupo de los 13 y Escombros, con este último desde el año
1988 hasta la actualidad.
Salvo lo antes apuntado, desconozco en profundidad los diferentes oficios por
los que atravesó Luis Pazos en su vida. Conozco, sí, su oficio de poeta desde
hace muchos años. Poemas recogidos en diversas antologías grupales; incluso
algunos de sus versos están incluidos en Naranjos
de fascinante música, poesía contemporánea de amor en La Plata, antología
que hemos armado junto al poeta Néstor Mux en el año 2003 y que editamos bajo
el sello Libros de la talita dorada.
Pazos, es decir, su poesía, su poética, me acompaña desde mi adolescencia,
desde su inicial El cazador metafísico
(de 1971, libro premiado, entre otros, por Alberto Girri y Carlos Mostronardi),
editado en 1972, y que leí hacia fines de esa década. El cazador metafísico,
como bien nos indica su autor, tiene como protagonista al hombre contemporáneo,
hombre lanzado a un supuesto bosque en busca de lo inalcanzable: la verdad.
“Dios es lo que no se refleja” (poema “El cazador metafísico”), así se inicia
el libro. Está Dios. Los dioses. Que se ocultan, como todo cazador; salvo aquel
cazador metafísico, que se encuentra visible en lo invisible. “Nuevamente/ todo
nos pertenece” (poema “El oráculo”). Es esta reedición fiel a la original,
salvo por la inclusión de un poema inédito (“El búho”) que concluye diciendo:
“…toda vida es sagrada/ y toda carne debe vivir.”
Diecisiete años después de su primer libro de poemas, Luis Pazos publica en
1988 El desierto. Y El desierto es una continuación de su
primer libro. Los títulos de los poemas dan el tono a ese espacio-lugar que
todo hombre debe atravesar hasta quedarse quieto para siempre. Varios de ellos
nos acercan a: La sospecha, El Mesías, La condición humana, La presa, La
búsqueda, El castigo, El disfraz, El pozo, La materia de lo real, El horizonte,
El bosque, El sobreviviente, El huérfano, La herida, La oscuridad, El dueño, El
deber, La última cena, El precio, El orante, La ley, El legado y El desierto.
En todo atravesar de los desiertos, algunas veces, hay un sobreviviente que
logra llegar con gran desdicha, aunque más no sea mintiéndose. Al detenerse, y
antes de continuar hacia las ruinas humeantes, escribe en la arena este libro.
El arquitecto de la nada (2000,
inédito hasta esta edición) es un libro que se perdió. Vuelve como fragmento
que logró rescatar la memoria y su desamparo. Hay un inicio: “Todo lo demolió./
Hasta los cimientos/ y aún más”. (Poema I). El
arquitecto de la nada trasunta en sus XX poemas canciones desesperadas, y
desdichas, lágrimas y abismos y pesadillas. Hay un destruir y un construir. Hay
un enterrar y desenterrar herramientas. Hay una nada que es la casa de todos:
el vacío. “Construyó en el borde/ del abismo/ porque amaba el vacío”. (Poema
XVIII). Como morada final “…un desierto/ sin nombre// la casa/ de su padre”.
(Poema XX).
En 2006 escribe, a pedido de su hija Camila, el libro Samurai (también inédito). Ahora, Pazos nos narra (poetiza) en 75
poemas sin título el insomnio de un guerrero. Lo más sórdido de la condición
humana se espeja en matanzas, orgías, sangre, odio, cobardías, es decir,
humanos que se devoran así mismos. Ser samurai es no ser hombre porque ser
hombre es ser débil. El desasosiego de la razón sensible engendra samuráis. Y
el samurai escribe. Escribe y calma la sed en el acero de su espada. Godard en
una de sus películas hace decir a uno de los protagonistas, cito de memoria:
“Quiero ser inmortal, y luego morir”. El samurai se dice hecho de eternidad, y
en su testamento escrito en el filo de su espada, nos dice la última línea del
libro: “Les dejo el sol”. Está en nosotros descubrir si para alumbrarnos o
anochecernos.
Luis Pazos es un poeta del vacío. Un vacío que se completa con la sustancia de
la poesía. Y eso es lo que importa: el contenido de este hermoso y doloroso
libro que nos dice que todo viaje es necesario, aún atravesando espesas nieblas
y oscuridades. Pero está el arte y su sol, muchas veces de fugaces rayos, que
nos transmite la necesaria claridad (como pedía Edgar Bayley) casi todos los
días.
[1] Publicado en suplemento Ideas, diario Diagonales, La Plata, domingo 2 de octubre de 2011. Acerca de El cazador metafísico. Poesía reunida I,
Libros de la talita dorada, 2011.
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