No hay príncipes de los poetas; salvo mendigos polémicos y sublimes que desde la escasez del simbolismo corren como faunos entre las arboledas de una antigua ciudad similar a La Plata. Hay fotos esclarecedoras. Teteras y espejos. Faltó el oro. Pero están los mates, y las talitas con Finlandia de jamón y parmesano. En el entretiempo, el Maestro iluminó la constelación de los perdidos en la mañana, y al oscurecer besó a la señorita que tiraba los dados y demás cosas. Ella nunca le pidió un soneto ni versos de circunstancia, simplemente sugirió su mudez ante tanto palabrerío bautismal. A no joder, que para eso está la lluvia.
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