Por José María Pallaoro
El 22 de marzo de 1976 en la clase de Matemáticas nos encontrábamos con los números, calculando porcentajes, bonificaciones y comisiones. No es que tenga buena memoria. En este mismo instante, la carpeta está ante mis ojos. Cursaba el quinto año en la ENSC General San Martín de La Plata. Dos días después se produjo el golpe cívico-militar (las cosas por su nombre). Podría buscar algún cuaderno, corroborar alguna anotación. No hace falta. Sé lo que sentí. Dolor. Un inmenso dolor. Como en Ezeiza, como con la muerte de Perón (volví llorando a casa, para encontrar a mi viejo en la cocina, también llorando como un chico). El 24 era ya un silencio sepulcral. Nunca entendí del todo a los que tomaron el golpe con alivio. En casa significaba la derrota de un sueño. De un país más justo. De una revolución que venía escuchando desde pequeño de la boca de mis mayores más respetados. El 31, la profesora habló de rebajas. El genocidio marchaba a galope tendido. Me llevé casi todas las materias, a marzo. Al finalizar el año lectivo una de las autoridades del colegio (seguro que con el beneplácito de la mayoría de la corpo educacional) con suma amabilidad exigió que me fuera del colegio. Le hice caso, sin pedir explicaciones.
Publicado hoy, 24 de marzo de 2011, en diario Diagonales de La Plata.
Imagen extraída de Diagonales.
4 comentarios:
qué bueno josé. es la nota completa? en primer año de ESB trabajamos con biografías escolares. este relato lo podríamos compartir con los chicos para disparar la actividad sobre el golpe. si nos dejás.
abrazo
por supuesto que te dejo. es todo tuyo. el sol también.
No había leido esto José...el 24 de marzo de 1976, hacía un mes que esperabamos el golpe, mi cumpa no estaba en casa,yo no dormia, dormitaba, vestida- se sobrentiende el x q- escuchando la radio bajito...ese madrugada, escuché el comunicado mortal, y aun recuerdo que me puse otro sweater,celeste, y tenía q ir a a visarle a dos compañeros, no se quienes eran, que se habia dado. Nunca mas supe de ellos.Luego ya sabemos el resto, la cara del horror todos los dias, todas las horas...lo que cuento era en La Plata.
Un abrazo, Silvia.
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