El que camina es el poeta. Por Buenos Aires, City Bell, La Plata, Berisso, Ensenada. El que camina es el poeta Juan Octavio Prenz. Hoy, en este momento, camina el poeta que mira el cielo de su país natal sin tener necesidad de estar anidando en la copa más alta de los árboles. Y no camina solo. Lo acompaña el poeta esloveno, residente en Trieste, Marko Kravos (nacido en 1943 y que en el año 2000 ganó el Premio Nacional de Poesía por su libro El astrolabio de oro).
Octavio Prenz nació en Ensenada en 1932, en esos años en Barrio Campamento se hablaba todas las lenguas del mundo, y el futuro poeta caminaba esas calles colmadas de inmigrantes yugoslavos, ucranianos, rusos, polacos, italianos. Caminaba luego, a los tropezones, con todas las lenguas, hacia la escuela primaria, y ahí estaba el castellano, el español, también con sus diferencias, el tú y el vos.
Su padre trabajaba en el frigorífico Armour de Berisso. Las compras familiares se hacían en Berisso, era más fácil. Solo había que cruzar el canal en bote. El centro estaba lejos. Hay un poema (Balada de la vaca madrina), varios poemas, donde está el padre. En ese lugar lo ve dejar su juventud, sus huesos.
Su madre le contaba cuentos infantiles. De niño vivió esas historias. Historias que después escribió y que se hicieron escritura de la historia. En su casa se hablaba el serbo-croata, pero en dialectos distintos. La palabra como respiración.
Estudió Letras, fue profesor de la Universidad de La Plata. Publicó en diarios y revistas. Se casó. Y en 1962 viaja a Europa para encontrarse con los paisajes istrianos que sus padres regalaron a su imaginación. Parte con alegría, por dos años. La aventura dura cinco. Es profesor en la Universidad de Belgrado. Volvió en 1967. Se tuvo que ir en 1975, en días de oscuridad y muerte. Escribe un hermoso poema dedicado a Diana Teruggi: Diana “Toque de clarín al amanecer para despertar a la tropa / Punto céntrico de un blanco de tiro / Nombre de muchacha argentina.” El primer verso parece premonitorio.
Reside en Trieste (donde en su universidad enseñó literatura hispanoamericana); se siente yugoslavo, italiano y argentino, el poeta que cada tanto vuelve, como ahora.
Pasaron muchos años, historias y libros (en poesía: Cuentas claras, Noticias del Nuevo Mundo, Apuntes de historia, Cortar por lo sano, etc.; en narrativa: Carnaval y otros cuentos, Fábula de Inocencio Onesto, el degollado, El Señor Kreck, etc.; traducciones de poetas yugoslavos, italianos, etc.) y premios (Casa de las Américas, por ejemplo).
La poesía, la narrativa, la traducción, lo tienen a Prenz ocupándose de las palabras con mano de rock duro, pesado. Nosotros lo tenemos, hoy, caminando nuestras calles. Todo un lujo para un lugar, un espacio, donde algunos creyeron que los poetas se contaban con los dedos de una mano.
La poesía camina, el poeta es el que camina.
Por José María Pallaoro
Publicado en diario DIAGONALES de La Plata,
el jueves 17 de marzo de 2011
Foto: Octavio Prenz, José María Pallaoro y Miguel D'Elia
Archivo de la talita dorada
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