30/11/11

La República de los Niños cumple 60 años

LOS ÚNICOS PRIVILEGIADOS EN EL JARDÍN DE MI CASA


Por José María Pallaoro


     La República. El País. La Ciudad. Según los ajustes políticos y dictatoriales el nombre iba cambiando. Intentaban cambiarlo. Antes de todo, al principio del verbo, fue un campo de golf. Después, una fundación, que llevaba el nombre de una compañera que amo, privilegió a los únicos privilegiados. Se cumplen sesenta años de su inauguración, casi diez más de la edad que tengo ahora. Evita no pudo estar físicamente. La República de los Niños es mi infancia, mi adolescencia, mi juventud, mi adultez. No voy a escribir sobre los tiempos oscuros, los tuvo, y muchos.
     Con frecuencia, mis padres, junto a mis hermanos menores, nos llevaban a la ciudad de la democracia. Eso era la República: la Democracia, aún en tiempo de dictaduras y abandono, encontrábamos entre sus escombros la “democracia”. Mi viejo nos explicaba. Y nosotros jugábamos, y éramos felices, como en los días de la felicidad. Conozco cada rincón de ese inmenso espacio de libertad, hoy alambrado y más reducido, porque el paso de las estaciones hace más pequeñas la belleza de lo que es. Aprendí en la ciudad acerca de la ética republicana, supe sobre puertos y trenes y teatros y justicia. Caminé. Corrí. Leí infinidad de libros tirado en el pasto. Escuché música. Alejandro del Prado en los campos verdes. Cine, títeres y teatro vocacional. Carnaval y festivales. Eucaliptos y cotorras. Olí y reí. Muchas veces reí. Después de mi operación de corazón caminé y caminé y caminé. Debo, necesito, volver a caminar. En el florecimiento de nuestro despertar, no recuerdo si durante la caída de la última dictadura o en los albores de la democracia, entre el 82 y el 84 del siglo pasado, fuimos con un amigo a festejar el día de la primavera. Nos encontramos junto al arco, sobre el camino General Belgrano. Él llegaba de La Plata. Yo de City Bell. Era un día hermoso, de mucho sol. Tal vez nos motivó un festival de rock, no estoy seguro. Había cientos y cientos de muchachas y muchachos. Caminamos. Por ese entonces estaba muy flaco, tenía pelo y largo, boina, jardinero y morral cruzado y colgando. Chicas de ojos alegres me pidieron autógrafos, y yo les decía que no, que se equivocaban, igual insistían. Creían que era Juan Carlos Baglietto. ¿Me sacaron por la tapa del Expreso, de Tiempos difíciles? La imagen de Juan no estaba tan difundida. Firmé hojas, cartones y remeras, y preguntaban acerca de Mirta y como fue lo de abril, y todos conformes. Me río. ¿Conservarán esa tinta apócrifa, de una mentira que me hace sonrojar y sonreír? Caminamos con mi amigo. La república es para caminar. Charlamos con chicas y muchachos desconocidos. Y escuché nombres, Ricardo Reis y Alberto Caeiro, y nos acercamos a un grupo quizás más acorde a nosotros, jóvenes hippies politizados como salidos del túnel del tiempo diez años después. Nos sentamos de cuclillas en el pasto alrededor del círculo. Hablaban de poesía, de música, de ecología, de política. Algunos deseaban tomar el tren al sur. Apareció una guitarra, estuvo recostada un largo rato entre nosotros. Hasta que mi amigo de rojo pañuelito al cuello, la pidió. No sabía que tocaba, en realidad no tocaba, pero nos sentíamos en libertad. Comenzó con unos acordes desafinados, la guitarra desafinaba, y mi amigo le seguía la corriente. Cantamos “De nada sirve/ escaparse de uno mismo/… No escuches discos de Bob Dylan, o de Los Beatles,/ o de los Rollings Stones o de Mick Jagger./ Mucho silencio, mucho pensar, mucho meditar./ Nada de evasión y pensar:/ ¿Qué es lo que pasa conmigo?/ … Estoy solo/ y todos pasan a mi lado. Nadie me mira/ o si me mira es para encerrarme./ Estoy muy encerrado./ De nada sirve escaparse de uno mismo”. La cantamos entera. Todos. Para nada solos. Y siguieron otras, la guitarra tuvo otras manos, se afinó, aunque no importaba, y cantamos. La república es para cantar. Pescado, Sui, Litto, Cantilo, Spinetta, Abuelo, Pappo, Aquelarre, Color Humano, León. Cantamos en la República de la Libertad. Creo que fue mi último festejo del día de la primavera. Mi amigo se llama Charly. Charly Olmo. Y lo quiero a mi amigo. La República de los Niños es como el jardín de mi casa. Bello y hermoso. Con maderitas secas para encender el fuego de nuestros mejores sueños. En esta nueva primavera.


Para Nerino y Ascensión, mis padres, por los días felices.
City Bell, 26 de noviembre de 2011.

Publicado en el suplemento Ideas del diario Diagonales de La Plata,
domingo 27 de noviembre de 2011
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26/11/11

33 papelitos y una mora horizontal

33 papelitos y una mora horizontal
diario Diagonales de La Plata
suplemento Letras
26.11.11 
Algunos textos: 


     La imagen verdadera (11.05.11)

     Las piernas heladas, y una melodía que zumba, zumba, zumba. Nadie toca la tapa del cielo, una luna perdida. Un maldito olor que sale de entre las piernas de un durazno dormido en la pileta de la cocina. En la casa el estío se eterniza, es la hora de anclar. Pero el espacio es limitado y hay una incesante negociación donde siempre se pierde. Bingo. Zumba. Bingo. Zumba. Turbulento fluir del tiempo. Ramas cortadas, afuera, secas y frías, como mis pies. Limpiar la estufa de cenizas, limpiar la casa de camelias blancas, despejar el lugar para dar cabida al cielo del otoño. Una manera de curarse, islas, donde lo que sana se desnuda, y se cubre y protege de la lana ancha del agua. Zumba. Se activa el sonido. Zumba. El obturador, zumba. Y al cerrar los ojos, la fotografía caracolea un camino, y a lo lejos se ve la mora y un patio donde poder encontrarse.


     Sontag (24.05.11)

     En el breve atardecer, la noche desnace al hijo. La lluvia cae salpicando las naranjas que aún no pude juntar. Hace frío en el galpón de los sueños, y a ella le agrada la fotografía perfecta del amor. Su nombre vibra lejos, como el negro cigarrillo que seguro se consume entre sus dedos. Hay un humo que se disipa junto al corte de luz involuntario. A oscuras, cierra los ojos y, en el hueco que dejó mi corazón extirpado hace más de seis años, ve nuestro atardecer mojado de jugos ilícitos.


     Gutenberg (25.05.11)

     En la expresión de sus ojos se refleja la mueca gris de todos estos años. Entre sus dientes percibe el ronroneo de un correo electrónico que nunca termina de enviar. No son días de pensamientos para libros fatigosos de poco más de ochenta páginas. El pensar, ¿alguna vez fue? En esa casa los mosaicos se mantuvieron fríos y sucios, abandonados a la buena del viento que jamás meció matas de lirio. Estamos solos; y el pensar, un mundo de otra galaxia.


     Tajos (08.06.11)

     Una fragancia violenta
cruzó la frontera del país
de nuestros cuerpos.
Calladita, se metió entre
las sábanas, y te susurró
a vos, y me susurró a mí,
y el polvo se abismó
dejando un tajo sin fin,
sin fin.


     Pez diamante (21.06.11)

     Camino descalzo sobre el fuego de las almas que me han abandonado.

Y tengo los pies fríos. Fríos, como el diamante indiferente de esas ánimas.


     El sano juicio (08.08.11)

     Hemos crecido bajo el concepto de la devoración del héroe. Las enciclopedias en ese momento y lugar pasaron de moda y belleza. Comimos del carbón su quebradizo despojo, sembrados en pozos construidos por nuestros padres. No vimos, ni participamos del inicio del fuego. Las cenizas que quedaron, primigenias sustancias minerales, no se detuvieron jamás y permitieron reconstruir la historia a nuestra manera, a nuestro sano juicio.


     Anoche (11.08.11)

     Y soñé con vos.
Y cuando desperté
seguí soñando.


     En la mecedora (12.08.11)

     Los fantasmas del día irrumpen en la casa de la que se está yendo. Revisan habitaciones, alacenas, escondrijos de la que nunca vendrá. Se miran, preocupados y temerosos de la respiración pasajera que cae sobre la alfombra como piedra de la mano. Luego, quedan solos, en la sala adormecida, observando el balanceo de la mecedora de caoba, con refuerzo lumbar y manchas de sangre, que poco a poco se va secando.


     Límites (31.08.11)

     En la vieja estación, a la hora de la bruma, pasa la soledad; va, solita, sin brisa, viento ni tempestades, hacia los cuatro extremos del mundo. Los sueños descansan en regresos y puntos de partida. Quietos y sueltos en su larga noche.


     El poema del sol (02.09.11)

     Hay otras explicaciones. Construir un sol, mirando el universo de los otros. Los niños del bien se recrean en campos asfaltados. Los niños, los simples niños, escriben el poema del sol en un universo de tierra, viento y luz, luz de la que aún no sabemos si está encendiéndose o apagándose.


     El amor no está en Roma (20.09.11)

     Está en cualquier ciudad del mundo. En donde los relojes no dan la hora exacta (la rota mirada de los ciegos hacedores de bibliotecas vacías). El amor nada en Roma como manchados azulejos en los baños de las estaciones de servicio. No, el amor no sabe de ciudades al revés, ni tiene el dinero suficiente para recorrer los bares y los cafés y patios literarios. Nada sabe el revés de la ciudad acerca del amor y la trama sigue echada como un perro muerto que se hace.


     Nueva Roma (20.09.11)

     Estruja el papel y lo arroja al río. A la deriva, flota.
Bosteza en el día y se estira y se hace barquito.
Cruza el camino trazado por la natural corriente esencial de cualquier vivir.
Llega al mar. Deja la ciudad de los eternos vagabundeos de viejos y pálidos estilos para ingresar de una buena vez en los ojos del otro, de los otros (que aún no se animan a viajar a Roma).


     La herida de París (22.09.11)

     La verdad es que no sé qué estaba haciendo en París. Lo único que recuerdo es que caminaba herido, y caminaba, caminaba… Un tren y catorce horas ya me alejaban de Roma. Y ahora en París, ¿puede haber algo más desagradable que la torre de Montparnasse?; y allí estoy, sangrando, en un piso cualquiera y sin una cámara en la mano. Y sin tus ojos que siempre miran por mí.


     Piedras (25.09.11)

     Nada se puede quebrar. Las alas del pájaro moribundo en un rincón del jardín es la piedra del sacrificio que cayó de tus manos. ¿Volará esa piedra? ¿Golpeará la ventana de la habitación? ¿Dormirá entre las sábanas descompuestas de aquel extraño atardecer? La piedra-pájaro se quedará, quieta. Inútil cerrar los ojos imaginándola en la humedad de un trapecio que es solo memoria.


     Islas (01.10.11)

     Son las siete y media de la tarde y está por amanecer. Hay un vago zumbido de pájaros y los murciélagos salen de los rollos de las ventanas. Nada de lo que es, es lo que parece. Entramos en octubre como se entra a una cueva cavada a fuego en el hielo. Caminamos casi desnudos por la calle de los fresnos amarillos, el frío calcina y nos hace toser y apresurar el paso hacia el bar que ya está levantando las cortinas. Saludamos al dueño con un buenas noches, dispuestos a saborear el desayuno y la lectura de los diarios de mañana, sin más deseos que sembrar.


     Desnudos (10.10.11)

     En el último día, unas horas antes de la partida, la mujer de zapatos rojos se los saca y los arroja a la pileta de aguas verdes y ramas y sapos gordos que flotan como náufragos. Vivió años en esa casa, tantos que ni recuerda la mañana en que la moralidad en el arte y otras ruborizaciones de temor similar parecía ser de otros, y ella, como una divinidad de un cielo imperfecto, caminaba descalza por el parque, sola, ante la mirada de los más curiosos, ante el corazón de los que no se animaron a desnudarse en la vida.


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24/11/11

Me tiro a la pileta

LA ANUNCIACIÓN


“Alégrate…;
el Señor está contigo”.

Lucas, 1, 28


Hoy no se dio
Otro día será
Estuve a punto

Preparé la soga
La até a la cabreada
Acomodé la silla

Si mañana sale el sol
me tiro a la pileta


madrugada, 23 del 11

Foto: Jmp

23/11/11

Poesía en la Escuela 2, 12 al 20 de septiembre de 2011



LA POESÍA, UN RÍO DE CONOCIMIENTO Y AMOR DONDE BAÑARNOS TODOS LOS DÍAS


     City Bell es un pueblo hermoso. Empecemos de vuelta, City Bell era un pueblo hermoso de calles de tierra, pocas casas, mucho campo con cardos, panaderos del aire, caballos y vacas, tortugas en arroyos, quintas, eucaliptos y paraísos y poetas y un cielo que nunca nos cansábamos de mirar. En la casa, en el interior de nuestra casa, la estufa hogar iluminándonos a través de la leña que reuníamos a lo largo del año, y las revistas y los mates y los libros. De chico fui un ávido lector, llegué a tener cientos de maravillosas revistas, donde la curiosidad radicaba en que me atraían más los textos que los dibujos. Hasta que hubo un quiebre casi definitivo, pasé de las historietas a los libros, esto habrá sido alrededor de mis trece o catorce años. Paralelamente estaba mi amor por la música. Mi hermano mayor (Hugo) me lleva once años, así que siendo casi un nene de conejos y plantas escuché a Los Beatles, Creedence Clearwater Revival, José Larralde, Los Gatos, Manal, Serrat, Los abuelos de la nada, Moris, Bob Dylan, Rolling Stones, Almendra y Spinetta (Ana de noche / hoy es un hada / canta palabras / canta y se torna en luz),… Y descubrí la poesía. Música y poesía. City Bell era un pueblo hermoso, allí vivió Roberto Themis Speroni, el más bello de los poetas (Me he llevado a mi casa, para siempre,/ los libros de la hierba, los complejos/ pergaminos del aire, los glaciares/ manuscritos sonoros del granizo,/ y me he puesto a leer, usando anteojos/ de madera traslúcida, contento/ de estar así, salvando y desligando/ la dominante lengua de los meses). De ahí en más todo fue y es distinto, y el planeta, el mundo, un lugar más habitable, donde la belleza, y esto debería ser obra de todos los poetas, sea un río de conocimiento y amor donde bañarnos todos los días.



José María Pallaoro, City Bell/La Plata, agosto 2011


En: Revista del II Festival de Poesía en la Escuela, septiembre de 2011. Coordinación general: Marisa Negri y Alejandra Correa. Coordinación de la revista del Festival: Javier Galarza. Diseño: Pablo Runa. Prensa: Natalia Litvinova
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20/11/11

Ciega mujer de mis días

UN MUNDO


Cada vez que
entro a tus ojos
digo lo mismo.

Sin vos, las horas
dejan de existir.

Ciega mujer de mis días.


Imagen: “Mujer Ciega con Pechos Desnudos”, detalle, Edouard Manet, 1878, Musee dOrsay, Paris.

18/11/11

Piedras al cielo de los dioses

PIEDRA FUMADA


Una pieza de tractor que escupe piedras al cielo de los dioses muertos. Solo como el primer hombre, sola como la primera mujer. En el árbol de la piadosa mentira caen manzanas agusanadas de ojos que miran por nosotros, que ven un rosario de palabras en ideogramas de locos chinos que no se fuman, salvo en noches de estrellas llenas. Salvo en días que no nacerán.


Para Alejandro Schmidt

Un apart soleado

BENDICIÓN


“Que se vaya ya”, chillaron los herederos de las cacerolas del corralito de los monos. “Nunca salves a María, ni un pedacito”. “Os vamos a desterrar”, regañaron los cultores del culteranismo. Él dio crédito a los decires aunque la lluvia de billetes no animó a la muchedumbre de fragancias suaves y voluntad colérica hacia los delantales. Exigían más. Por ahora, un apart soleado a la derecha del Señor.


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17/11/11

La Pulseada de noviembre, 95: Acerca de Setenta y 4 por Lalo Painceira

DESDE EL DOLOR A LA ESPERANZA COLECTIVA


“Setenta y 4” de José María Pallaoro
Por Lalo Painceira


"Maldigo la poesía concebida como un lujo/ cultural por los neutrales/ que, lavándose las manos, se desentienden y evaden./ Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”, cantó el vasco Gabriel Celaya en tiempos del franquismo. José María Pallaoro, en sus poemas de “Setenta y 4” (editado por “El suri porfiado”), demuestra que para él la poesía no es un lujo ni él es neutral. Toma partido hasta mancharse, en un recorrido que comienza en 1974, pasa por la tragedia de la Triple A y la última dictadura militar y finaliza en estos tiempos que transitamos, en donde aquella esperanza colectiva, la del 73, la de la primavera camporista, renace y nos permite avistar el mismo horizonte, aquél en donde no cabían la exclusión, el hambre, el desempleo, el sometimiento a los intereses de los poderosos internacionales y nacionales, un horizonte “pensado desde el pobre y construido a favor de Dios”, al decir de Carlitos Cajade.

Y Pallaoro nos guía por ese camino desde las mismas dedicatorias que separan los capítulos de este poemario profundamente comprometido, de acuerdo a la premisa sartreana. El libro está dedicado a Julián Axat, integrante de HIJOS, poeta, editor de libros de poetas desaparecidos, abogado y defensor de menores excluidos y perseguidos por esa rémora que sobrevive aún en estos tiempos, en bolsones que los protegen dentro de la estructura de la bonaerense, de un sector de la misma Justicia, de políticos de derecha y de determinados medios periodísticos. La dedicatoria es de por sí toda una definición, pero no es la única porque obran como mojones introductorios. La siguiente dedicatoria es a Rodolfo Ortega Peña, asesinado por la Triple A el 31 de julio de 1974, y a Horacio y Rolando Cháves, Luis Macor y Carlos Pierini, asesinados por la Triple A en La Plata el 7 de agosto de 1974.

Esa es la puerta para ingresar a los poemas hallados en “un rollo de cinta de papel encontrado en casa de calle 9 y de algunas hojas sueltas en una caja de zapatos”. Así nos topamos con las “Noticias”: “La tapa de los diarios/ generalmente miente/ La mujer mira/ los baldosones sucios/ con las manos/ en los bolsillos/ piensa/ en el compañero/ caído/ que está/ a su lado/ dentro del féretro/ abrazado a una bandera/ de la tendencia…”. Así, como narrando un filme documental a lo Vertov, inicia este paseo por la memoria colectiva de los argentinos. Con punch pero sin golpes bajos ni melancólicos. Lenguaje seco, estricto, casi del mejor periodismo. Esta actitud participativa pero a su vez objetiva desde el compromiso, le permite interrogarnos: “Ellos son de este mundo/ Nosotros somos de este mundo/ Y este mundo/ ¿de quién es?”.

Es precisamente esta palabra que obra como línea en un dibujo que busca atrapar la realidad desde la síntesis, desde lo esencial, la que le permite incluso, después de describir una tortura, contar que “Después se desvaneció/ Cuando despertó/ seguía/ en el mismo/ sueño” o describir como una cámara: “Gritó que lo iban a matar/ Y lo subieron a un auto/ El paseo dura/ hasta el día de hoy”.

Pallaoro con su historia de director de revistas de poesía, administrador de blogs literarios, editor de los Libros de la Talita Dorada, autor de
más de una decena de libros de poesía, amante y estudioso del rock nacional, consustanciado totalmente con el paisaje de su City Bell, marginal al City Bell social, pero todavía verde, verde y extenso, en el que se puede ver el horizonte, un lugar sin autos ni comercios de moda, pero lleno de poesía, la propia, la que brota de su taller literario y la que aporta su vecino, Julián Axat. Allí, en su reducto, al decir del poeta Alberto Szpunberg en el prólogo de “Setenta y 4”, “Pallaoro entona su libro y, como la calle más vacía, la poesía se puebla, y nunca mejor dicho”. Es entonces que despide ese tramo de su recorrido por la memoria colectiva con un poema llamado, para escándalo, según Szpunberg, de esos “poetas faranduleros, que catan pero no cantan, se ofenden…”: “Nacional y popular”. Y el poema se ilumina: “Sin rebeldía sin queja/ ni crítica social/ La máquina de escribir/ se manchó de viento/ Los sueños deben/ ser ejecutados sin piedad/ Una revolución/ de mente y corazón abiertos/ triunfará/ ¿el amor y los sueños?”.

El último tramo del libro está dedicado a la memoria de Néstor Kirchner que se permite comenzar desde el dolor. “City Bell 1973: Las ventanas
nunca se cerraban. No existían rejas ni mosquiteros, y los gatos entraban y salían a su antojo. Las ventanas eran las puertas de animales que no asesinaban”, y recordar de inmediato su “Pronóstico: Jueves/ 16 de setiembre de 1976/ Para hoy/ en el país y alrededores/ leve descenso/ de la temperatura/ En La Plata/ ascenso/ de la mortalidad/ estudiantil”. Sin embargo, los vientos le hacen cambiar el rumbo, pero antes reconoce que “la salida del infierno/ deja llagas por siempre”.
El libro finaliza con dos poemas que representan la opción del país que queremos. Por eso sus dedicatorias. El primero, a Maurizio Macri y se llama Metrópolis. “Un moderno/ sistema de castas/ Pegarles/ a esos cabecitas/en la cara/ como estrategia/ principal/ y que caigan/ al piso/ y patearlos/ hasta que no quede/ más que una/ masa amorfa/ Una bolita/ Un no nacido”. Poema que no necesita comentario aclaratorio. El que cierra el libro fue escrito el 27 de octubre de 2010 y se llama Néstor: “Sos/ la piedra/ con la que/ construiremos/ el diamante/ más hermoso”.

Todos los poemas son implícitos y directos, sin efectos ni grandilocuencias. Secos, duros, como fue el tiempo que los gestó. Sin embargo, son bellos. La temática incluye también como excepción, el alma de la vida juvenil de los años 70, aquella que latía y vibraba con el naciente movimiento de rock nacional como fondo, sumándose los encuentros en los parques los días de la primavera, de una primavera que es notoria hoy en los brotes de una patria nueva, impensable en 2003 o en los ’90, primavera que conjuga los verbos a partir de la primera persona del plural, nosotros, primavera que restaura el amor como verbo plural, que es decir como amor eficaz, según predicaba uno de los mártires y profetas de aquellos años luminosos.

En revista La Pulseada de noviembre, número 95 de 2011.

16/11/11

En el acto de no nombrar

ORGANIC BOYS


Los chicos orgánicos organizan eventos donde se privilegia, después de los chicos orgánicos, los best sellers. En el jardín de los deseos de Lorca pasando el cruce de las margaritas hay dos caminos. Uno en forma de estrella. El otro con lluvia de papel picado que siempre moja. Los turistas eligen el camino de retorno encandilados por las luces de la ciudad de las iguanas. Seguro, con la poesía no se hace ninguna revolución. Preso, sin poesía la revolución anida en una canasta desbordada de razones muertas en el acto de no nombrar.


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11/11/11

Madre de toda invención

A TUS BRAZOS VOLVERÉ


–Querido, ¿cómo era yo cuando era joven?

–Madre, no lo sé.


Foto familiar: Madre, Ascensión Argentina Cruz Tapia, City Bell, 1926.

9/11/11

La divina estupidez humana

UÑAS Y RAJADURAS


Captaron rostro divino en una ecografía satelital, informan diarios del día que nada saben de rajaduras terrestres y torres caídas. Enciende la tele para interiorizarse del tema, está ansioso y corta sus uñas, las uñas de los pies. A partir de ahora, el tumor será extraído del manual de estilo digital. Los buenos operadores analizan la belleza posible de vender. El diagnostico, seguimos embarazados de la divina estupidez humana.


Foto: Télam.

4/11/11

A partir de un texto de Alejandro Schmidt

KRISHNAMURTI TOCÓ EN LIVERPOOL

En esa estrella nunca viajé
Aunque las cosas bellas están
más allá de un único pensar
En el mundar que nonos aburre

Estamos grandes para órdenes
castas y los dioses nos han dejado
por muchachos bronceados
y estáticas musculaturas
“No te olvides de devolver
el gallo a uno de los fabulosos”

Nos ponemos nerviosos
y tranquilos al mismo tiempo
y el mundo no alcanza
para regar las plantitas
quemadas por el ardiente sol

H. A. Murena que pasó por la escuela
militar y amaba a los caballos
calló en las ciento y una
el paso de Krishnamurti por Liverpool
y de una guitarreada bendecida de hierba

En estado de tristeza y felicidad
y pasado el mantra de lo que es
lo voy a meditar
en mi lugar de veraneo:
el rincón más oscuro de la casa
dentro de la asombrosa claridad
en la realidad del no tiempo


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2/11/11

La vida imaginaria de Martín Monasso


VIDAS POSIBLES



     ¿Alguien leyó La vida imaginaria de Martín Monasso? Es un libro que busco hace años. Visité las librerías que han estado a mi alcance, de viejo, de nuevos, de saldos. En estos últimos tiempos lo he perseguido por la Internet, y no he encontrado ninguna referencia. Esperen un segundo, volveré a guglear “La vida imaginaria de Martín Monasso”, no recuerdo el autor… Lo más parecido que aparece es “La vida interior de Martin Frost”, una película dirigida por Paul Auster en 2007. No la vi aunque veo que está basada en su libro El libro de las ilusiones. Es un drama, y en apariencia una película pequeña. El libro de Auster trata sobre el descubrimiento de una serie de películas mudas de un tal Hector Mann. El protagonista se las ve todas y va percibiendo que hay una que se aleja de las demás y esa es “La vida interior de Martin Frost”. La que dirige Paul Auster. Novela y cine. Inspiración y molienda. Pasto y cemento. Tesis y ficción. Arte y amor. Me dieron ganas de ver la película, también de leer la novela. Soy un hombre apasionado de mis musas. Mejor espero que un día cualquiera y por razones del azar la den en cable y que para mi cumpleaños a alguien se le ocurra regalarme la novela. De las vidas posibles me encargo yo.




Imagen: La vida interior de Martin Frost.

1/11/11

Una página en blanco

NIETZSCHE PARA ROCKEAR


En el instante de vernos a los ojos la máquina apaga su luz y caen los cerebros en el fango de la distancia. Una mujer en un hogar extranjero. Una página en blanco que vomita tu sonrisa. Ya no estás. Y extraviado en el mundo, agito esa ausencia indestructible, mintiéndome, más allá del bien y del mal, más allá del perro que muerde la piedra.


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Ojalá, el alma se haga fuerte

ALMAFUERTE


Ojalá todo vuelva a ser como antes. Escribió en el vertical derecho del hombre de la tapa, abajo, y se vino a regar mi pecho con sus lágrimas. En una antología el hijo poeta dejó en blanco el poema 100 del padre poeta. Y nunca se lo perdonó, aunque la muerte lo alcanzó años ha. En sus poesías completas, los vates eran sabios y sus motes griegos anunciaban, desgraciadamente, las desgracias de los hombres. A mis desgracias, quise decir, para descamar en el amor de los peces la más horrible de las injurias. Ojalá vuelva en el ahora. Y tenga algo que decir a la musa cósmica y a los niños que habitan en el barro. Ojalá, el alma se haga fuerte. Y no nos ataquen los lapachos rosas, amarillos y dorados por no haber cobrado más caro sus recetas norteñas. La corteza no alcanza para la infusión, cuestión de resistir al agua.


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