El humo de un cigarro me hace oír, tararea, el ruido de la
gente al caminar, y le pega al teclado de la portátil. La cervical, un muñón
deforme. El frío cala las rosas del olvido. Hay ruido de magia. El portón de
calle se va abriendo, ahora, se va cerrando el portón. Entraron los duendes de
la casa. Es hora de la última pitada, es
hora del cigarro que dejó antes de ingresar a terapia intensiva, cuando estaba
vivo para otras cosas, y no tarareaba.
Foto: Jmp. Dueño.
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