10/1/14

Ascensión Argentina Cruz de Pallaoro



MAMI




Mi mamá, Ascensión Argentina Cruz, nació en City Bell el 23 de mayo de 1926, y la inscribieron un 25 de mayo. La saludaba en estos dos días, y en mi juventud solía regalarle elepés o casetes de Julio Sosa. Le gustaba mucho Julio Sosa y, en mi infancia, una telenovela que se llamaba Estación Retiro. Mi mamá, siempre la llamé “Mami”, vivió con sus padres y hermanos en la casa familiar de calle 21 (Intendente Silva) casi calle Cantilo, es decir, entre Cantilo y 13. No puedo, no sé manejarme con la nueva numeración. Mis abuelos maternos y bisabuelos llegan a nuestro país desde Almería, Olula del Río, aproximadamente en 1917. Mi abuelo se llamó José María Cruz, a él debo mi hermoso nombre. Nació en algún lugar de Almería el 29 de junio de 1896. Mi abuela se llamó María Dolores Tapia. Nació en Olula del Río en 1902. Se casaron en España en 1915. Los datos quizás no sean del todo precisos, alguno de mis hermanos, algún familiar cercano podrán señalarme algún detalle erróneo u olvido. Pero mi idea, aunque me cueste en este momento, es escribir unas pocas líneas sobre mi madre y mi familia materna.





No tengo precisión acerca del año que mi abuelo José María llegó a City Bell, en caso que City Bell existiese en ese momento. Entre el 18 y el 19 del siglo pasado se asentaron por estas tierras. Los Cruz-Tapia formaron parte de los fundadores de este pueblo. Mi tío Francisco (Paco) nació en España. Todas sus hermanas en City Bell, o en localidades cercanas. No me extrañaría que María Encarnación (Mariquita), María Adoración (Dora), María Josefa (Negrita), Noemí Esther (Petisa) y Beatriz Exaltación (Bety), hayan nacido en la vieja casa de los abuelos. Había muchas plantas y flores y un fondo que nunca llegábamos a recorrer, con quinta, gallinero, y sobre todo, mucho misterio. Ahí creció mi mamá. Hizo la primaria en la escuela de calle 4 esquina 11, posiblemente todos los grados que había en ese momento.

El 2 de octubre de 1943 mi papá, Nerino Pallaoro, llega a City Bell. Visita a su primo, Humberto Pasquini, casado con mi tía Esther. Comienza a noviar con mi mamá. Se casan en 1946, pasan por Chaco, Misiones, Corrientes, y van a vivir a Formosa. Mi mamá no se adapta, extraña la familia, extraña City Bell. Vuelven.

En 1948 alquilan una casita en calle 2 entre calle Güemes y calle Pellegrini. Ahí vivieron sus primeros años mis dos hermanos mayores: Hugo Alfredo (nació en La Plata un 28 de febrero de 1948) y Nerino Luis. En el año de mi nacimiento, 1959, (en La Plata, un 28 de febrero a las 22:10 en calle 70 Nº 1130, en la casa de la partera médica Margarita Ch. de Murad), se mudaron al chalet de calle 9 entre 17 y Sarmiento. Esa es mi casa, la casa de mis padres. En esa casa vivimos los cinco hermanos, en esa casa llegaron Jorge Alberto (Pinino, Manuel B. Gonnet, 1961) y Selva Gabriela Susana (Gaby, City Bell, 1963).

Teníamos tambo, quinta, gallinero, en una doble manzana con apenas un ramillete de casas, teníamos los dos talas, la talita, el potrero, la canchita que cambiaba de lugar a medida que crecíamos con nuevos vecinos. A la tarde, mi mamá nos acercaba la leche (que había ordeñado al amanecer) con pan con manteca y dulce de membrillo o dulce de leche, que ella misma preparaba. Traía la merienda para todos los chicos. En el jardín de casa, jugábamos al Martín Pescador: Martín Pescador, ¿me deja pasar? Pasará, pasará, pero el último quedará. ¿Una rosa o un clavel? Desde muy chico sentí atracción por la música, por las palabras, yo que era tartamudo como algunos de mis tíos paternos. Mi mamá me acompañaba al kiosco de Rosita, ahí, en calle 11 y calle 19, y me regalaba las primeras historietas, creo que aún no sabía leer, pero más que los dibujos me fascinaban esos signos que aparecían en globitos.

Lo que ella más quería era a sus hijos. Atenderlos siempre. Que la visitaran luego. Además de la familia, hubo dos momentos, supongo que entre otros,  que la hicieron muy feliz. Uno, cuando trabajó por un tiempo como asistente de tesorería en la escuela de calle Pellegrini y calle 4. Otro, cuando se acercó a un grupo de “abuelos” y junto a ellos pudo realizar un par de viajes. A mi mamá le hubiese gustado viajar un poco más. En uno de esos viajes me dejó una nota que decía, que dice: “José María: te dejo lo que te dije; el miércoles regá un poquito las plantas de las macetas y las que están en la cocina con un vasito; te dejo un beso grande, de tu madre que te quiere, que te quiere; a los pájaros dale agua y alpiste día por medio, cuidame de cerrar las ventanas, puertas y gas, cuidame al viejo, Mami”. De esto hace ya 30 o más años.  







Un día antes de su internación, le preparé el desayuno, galletas (tendrían que haber sido tostadas recién hechas) con queso y dulce. Cosa curiosa, le saqué dos fotografías con el celular. Hablamos un poco. En el verano del 2003 mi mamá tuvo un ACV, digamos que pudo recuperarse bastante bien, aunque ya la memoria no era la misma, aunque ya su actividad no fue la misma. ¿Te acordás lo que decía la Abuela? “Muriendo y aprendiendo”. “María Dolores Tapia. La escuchaba desde chica decir esto. Que gran verdad, ¿no?” ¿Y el Lolo, qué decía? “Traéme la comida”. Nos reímos. Me pregunta hace cuánto falleció mi papá, cuánto tiempo estuvieron juntos. “Yo tenía 19 años, a la semana cumplía 20. Lo tengo presente, todos los días me visita y converso. Está siempre conmigo. ¿Estaré un poco trastornada o qué?”. Bueno, un poco tal vez. Se ríe. “Decíme los nombres de los chicos”. No, tenés que decirlos vos. Y los comienza a enumerar con los dedos. Repetimos el juego. ¿Como andás, Mami? “Muy bien, muy tranquila, y ahora mejor porque está mi hijo”. ¿Te acordás algo del abuelo, de tu papá? Me cuenta y también dice “Recuerdo que se iba”. ¿Al boliche de 21? “Se iba a tomar la copita”, dice, aún cómplice. “Hace tantos años”. “Yo nací en City Bell”. “Yo pienso que todas nacimos en City Bell”. “Betita, ahora yo no sé por qué Dios se la llevó”. Se enfermó y se murió. “Posiblemente”. Muriendo y aprendiendo, ¿quién decía eso? “La abuela”. “Tenía sus corralcitos, ¿viste? Un día todo eso se dejó de hacer”. “Sí, yo me acuerdo de todo eso, hacíamos quesos, dulces. Los dulces no faltaban, ninguno, ¡había tanta leche! Ya estábamos asqueados de tanto dulce de leche”. “Gallinas, las batarazas, las pigmeas, las doble pechugas”, ríe, “buscábamos los huevos en el campo, ponían por todos lados”. Vacas y caballos. Le gustaba al Lolo tener animales. “Sí, era su vida”. “El tiempo ha pasado, hijo, hay que dar gracias de estar, hay muchos que ya no están”. “Sabés que no recuerdo eso”. “La Negrita, ¿dónde se encuentra?”. Hay que ir a verla. “Me gustaría ir a verla, también a la Petisa”. “Nerino está conmigo pero no está. ¿Entendés lo que te digo?”. “No está pero está, conmigo”. ¿Cómo te sentís, Mami? “Bien, hijo, muy bien”. Siempre decís lo mismo, nada. “Quien nada no se ahoga”. Dale, decíme. “¿Querés que te diga la verdad?”. “Regular”. “Viviendo y aprendiendo”. El 16 de octubre de 2013, mi mamá falleció. Ahora está en su casa de calle 9, donde ella quería morir, donde ella quería vivir. Sé mucho, o bastante, eso creo, de mi madre, aunque ahora me cueste escribirlo. Sé del amor que sentía por mí. Sé de su hermoso corazón. Hablo en presente de mi madre. A mediados de octubre su cuerpo dijo basta, o la fue abandonando, no sé. Por mi parte, ella está viva. “No te vayas, hijo”. “No me dejes sola”. No, Mami, acá estoy. Acá estoy.

City Bell, 18 de diciembre de 2013.-





MARGARITAS

Estamos en la cocina. Mira viejas fotos y sonríe. Le convido un mate y cariñosamente dice que después, que ahora está caminando por calles reconocidas. Tomo el mate que le convidara y sigo leyendo el libro que dejé sobre la mesa. Es un libro de poemas de un amigo de Buenos Aires. Tiene un nombre de mujer el libro de mi amigo. “Pero no es el tuyo”, le escucho decir. “No, no es tu nombre que se repite una y otra vez”. Tendré que deshojar la margarita como ella deshoja las fotos que sacamos hace apenas un rato de una caja de zapatos.


MEMORIAS

Mi madre duerme

No sé si la lluvia
habitará su casa de hoy
o si nos encontrará
jugando en el jardín

La memoria detrás del sueño
nos cobija a los dos

mientras la lluvia cae

impedida de borrar
lo que no puede morir


6 comentarios:

Poesía del mondongo dijo...

me hiciste emocionar mucho, juro. Tal vez mi tristeza, no se, pero logré entrar en esa trama de afectos.

un gran abrazo
Fernando

José María Pallaoro dijo...

Muchas gracias, querido Fernando, mi abrazo más cálido para vos!

Marisa Chazarret dijo...

Ascension argentina! Tan premonitorio de tu pensar. Linda mamá, linda vida. Lindos hijos, la palabra generosa y calida de su hijo tan poeta! Te quiero mucho y te abrazo, amigo mio.

José María Pallaoro dijo...

Un beso grande Marisa! Y gracias, muchas gracias!

Jorge dijo...

Mucha belleza!

José María Pallaoro dijo...

Gracias Jorge, a tres años de tu comentario, mi abrazo