25/4/11

Mario Porro, hablar de poesía



MARIO PORRO, HABLAR DE POESÍA


Mario, ahora, duerme. Al costado de la cama, sentado en una silla, escribo en la libreta de hule negro dos breves textos: El mirar "Después de leerle / un fragmento / del Nietzsche de Heidegger // el pequeño hombre viejo / se recuesta / en su lecho de espera // No habla ni duerme / Solo mira al amigo" e Interiores "Más tarde / pide un poco / de agua fresca / La vierto / en un vaso alto / con pajita // Es la mejor manera dice / para que el líquido / recorra la boca / y su interior / nietzscheano". Es mayo de 2001. Casi diez años después, Mario, ahora sí, duerme, para siempre. Pero antes, en tiempos de libretas negras que aún siguen cobijando mi estar, casi diariamente visitaba al poeta y maestro.

Mario Porro nació un 28 de marzo de 1921 en Trenque Lauquen, décimo tercer hijo de un matrimonio de piamonteses. Su madre muere poco después, y ésta perdida será central en su vida y en su poética. A los cuatro años viene a La Plata, acompañando a su hermana mayor. A los ocho años descubre la poesía. En 1938 ingresa a Radio Universidad como técnico operador, en 1950 es jefe de programación, y años más tarde director. Enseñó Física y se dedicó a la fabricación de juguetes. Tuvo una librería. En 1963 editó la revista del grupo Espacio, para la difusión de la poesía. Salen ocho números. Se casó dos veces, tuvo cinco hijos, y vivió parte importante de su vida en City Bell. Trato de ser sucinto y quizás un poco desordenado y telegráfico o "tuitero". Para hablar de poesía, claro.

La obra de Porro es la de un solo libro. Poética armada como un tríptico, que a su vez se puede fragmentar, sin dejar de lado la continuidad aún en sus diferencias, en tres secciones o tiempos. El número tres simboliza la síntesis espiritual, la resolución del conflicto planteado por el dualismo. Pero en la que también se incluye la idea de "cielo", o para ser más precisos, de "Universo" o "dios".

El tiempo, presente en cada momento y ocupando un "lugar" distinto, es decir, ocupando todos los "lugares". No quiere decir que los otros momentos se mantengan estáticos, sino que están confluyendo a y en diferentes "lugares" del estar heideggeriano.

De la primera sección forman parte Búsqueda por el amor y otros poemas (1950, en realidad dos libros -incluye Poemas a la luz-, unidos en un solo volumen) y En amor por el tiempo, el tiempo (1956). En estos textos se condensa el camino recorrido hasta ese momento por el poeta para llegar al amor espiritual que tanto deseaba descubrir. Comprende que el silencio es fundamental para el pensar, e iniciar el viaje con coherencia. Son poemas marcados por el misticismo de Tagore (la sensibilidad) y la presencia de Hesse y su Siddharta y la idea mística de la entrega; aparece el tema del mar como un "lugar" que ya nunca podrá dejar de frecuentar. En estos libros queda implícita la idea de la poesía como elemento que va organizando una ruta, organizando la vida del poeta como un camino coherente. A su vez, va a necesitar de un símbolo o una metafísica definida para poder escribir. Una continuidad.

Del segundo tiempo, más vanguardista y hermético, incluimos La vigilia y la roca (1957), Entremundo (1960) y Mundo despierto (1983, aunque ya había aparecido en 1963 en el primer número de la revista Espacio). Las lecturas se amplían: Rilke, Kierkegaard, Hegel, Heidegger (sobre todo el de Sendas profundas) y Heisenberg. Continúa la poesía oriental y aparecen los poetas italianos, en especial Leopardi (fundamental en su formación metafísica) y Pavese (esencia de la metafísica narrada, a quien hay que leer como un suceder continuo de significación, que es de donde se extraen las cosas).

Al tercer momento pertenecen Sucesión del ser (1998), Tropos (2000) y Acopio a la muerte o La edad del invierno, libro que dejó inconcluso. 

Sucesión del ser le llevó más de veinte años de elaboración, y produce un corte en la continuidad emotiva de su escritura. Porro comentaría de este libro: "El hombre ha de volver a su elemento emotivo para encontrarse consigo mismo. El hombre no puede pronunciar una palabra, un número, sin estar cargado de emotividad. Eso me ha hecho recuperar mi mundo sensitivo, que es fácil perderlo cuando uno viene grande. Uno cree que ocupa cosas, y ocupa un gran vacío. Hay que llenar ese vacío con la emotividad."

Hay una mayor claridad en la construcción del poema, y en cómo el poema llega al lector. En esta tercera etapa encontramos (a diferencia de las anteriores donde la presencia de Rilke se evidencia) una mayor influencia de Perse (ya sea, en el uso de la alabanza o en el modo de encarar las preguntas).

Los poemas son más variados, son sucesorios. Escribe de un poema a la vez. El ser sin esa sucesión no se realizaría; los poemas funcionan como estadíos del ser. Se va ordenando a medida que la naturaleza del poeta lo necesita, pero cuidando, hasta de manera artesanal, el hecho inicial de la necesidad de la comprensión del otro. La claridad en estos poemas es propuesta.

Tropos, si bien es una continuación de Sucesión del ser (el autor la denomina Sucesión del ser 2), es un libro diferente. En Tropos agrega a los poemas una metafísica distinta, como si fueran copiadas directamente de los antiguos troparios de la iglesia. De ahí su título, que tiene que ver con una intención musical, con el tropario gregoriano; cuando el coro se interrumpía para que uno de los integrantes leyera partes del texto sagrado, dando la tonalidad. Aquí, el poeta, ante la conquista de una idea se impone la necesidad perentoria de hallar otra idea, incorporando permanentemente el sentir; el sentir que expande el alma. Tropos está dedicado a su madre, centro de toda su obra.

Acopio a la muerte o La edad del invierno es una metafísica más compleja, por el problema de estar imbricando la edad del invierno, que tiene una duración. Porro intenta un invierno duradero, continuado, pero que pueda contener todas las otras estaciones, porque no es la primera estación, sino la última. La estación del frío, la estación de la soledad. La estación que contiene todo.

A Mario no le gustaba dedicar sus libros. Por eso le estoy infinitamente agradecido por las que me regaló. La dedicatoria de Tropos posiblemente sea su último poema. Como no pude desentrañar qué había escrito le pedí que me la leyera. Mario tampoco pudo entender su letra manuscrita. La terminamos "descifrando" juntos (para recordarla la anotó en su libreta, y yo en la mía). Me regaló el poeta: "Hay muchos puentes / imaginarios / que nos juntan / para ver fluir / la vida / en el mundo // Pero pocos / que nos dejan / saber / como fluye / un poema / en nuestra sangre". Un 2 de diciembre de 2001 se quedó dormido en City Bell. Y se lo extraña, aunque sigamos dialogando con sus poemas, se lo extraña.


José María Pallaoro. 

City Bell, 10 de abril de 2011

Mario Porro, hablar de poesía

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