19/11/07

Néstor Mux: Carta íntima para todos


Carta íntima para todos

Por José María Pallaoro

“Si me preguntan qué es mi poesía
debo decirles: no sé,
pero si le preguntan a mi poesía,
ella les dirá quien soy yo.”
Pablo Neruda


Conocí a Néstor Mux en el desolado invierno de 1974, aunque también pudo haber sido en junio de 1973 cuando mi viejo regresó a casa con un ejemplar del diario Mayoría; o entre las páginas de alguno de los primeros números de la revista Crisis. Pero lo más probable es 1974. Meses antes –una eternidad para un adolescente–, había visitado con mi hermano y unos primos la ciudad de Corrientes, con la idea de disfrutar el carnaval y sus comparsas. Esa fue una noche especial, o “excepcional”, como rezaba una sufrida canción de la época. Yo contaba con 13 o 14 años, y la policía correntina me recibía con una paliza descomunal, por esas cosas también de la época “… el duro oficio de estar erguido y caminando por la tierra, con la necesaria cuota de dignidad, siempre…”, como Mux contó poco tiempo después. Tenía todo el derecho de ser rebelde en el momento que conocí a Mux.
Poco sabía de él. Pequeñas, sencillas cosas. Entre otras que había terminado el secundario en el colegio Belgrano de City Bell, el pueblo de Speroni, a quien, luego de su partida y adonde estuviera, le recordó “… que las grandes lluvias del año enverdecieron la hierba de City Bell, de tu pequeño inmenso City Bell que no te olvida…”; y la más importante para mí, que al igual que su amigo, él era poeta. “Que no te olvida”, escribía Mux a su amigo. Olvido. Uno de los tantos males que padecemos los argentinos –o por lo menos, algunos, ¿muchos?, de los argentinos–, al igual que la indiferencia. Bertold Brecht escribió que los indiferentes eran los asesinos de la vida. Desde un primer momento supe que Mux no pertenecía a ese grupo, y que era un poeta de la vida.
Decía (no quiero perderme, cuando uno escribe una carta son muchas las cosas que retornan como pájaros que juguetean en el cielo, azul o gris, eso no importa ahora); pero, decía que, conocí a Mux, en un año de tanta esperanza y de tanta desilusión. Y nuestro encuentro fue a través de uno de sus libros más testimoniales, al que –sugestivamente– llamó Cartas íntimas para todos, editado en marzo de 1974. No sé exactamente cómo esas cartas llegaron a mis manos. Quizás el libro lo alcanzó mi hermano, que seguramente lo recogió de su esposa o de la hermana de su esposa, Mirta Villanueva.
Quiero, es necesario, mencionar, recordar a Mirta como también a su marido Sergio Paniagua, para que no siempre cometamos eso que caracteriza tanto a ¿muchos? Argentinos, y sabiendo que la muerte sólo ocurre en la memoria. Mirta –posiblemente embarazada de un mes y medio– y Sergio, fueron secuestrados el 3 de octubre de 1978 en Oberá, Misiones, por fuerzas de la Policía Federal. Y nunca más aparecieron. Ya eran otros los años, y Argentina, –la patria de Mux, la nuestra– un pleno carnaval, de cuya fiesta sólo disfrutaban unos pocos. Aunque de eso hay veces que no estoy seguro.
Pero ese es otro asunto –alguna vez deberíamos tratarlo en profundidad–; lo cierto es que leí las Cartas íntimas para todos; y sentí a un amigo, un hermano un poco mayor que soñaba conmigo, con “la gente de esa tierra, que aún no perdió la esperanza de vivir en un mundo mejor”. Por supuesto, eran otros tiempos, otra época. La época en la que aparecieron las Cartas íntimas... donde Mux se confesaba, nos confesaba, a nosotros, su visión de poeta popular, trabajador de la belleza. Cartas íntimas, escritas para todos, porque en esos años cada uno de nosotros éramos todos, es decir un pueblo que se quería poner de pie y erguido caminar dignamente junto a la vida. Mucho después supe, aprendí, que únicamente los que se sienten libres pueden ser liberados y que no hay revolución o cambio, o como quieran llamarle, que pueda liberar a los que no aman o se resignan a la opresión.
Raúl González Tuñón consideraba que el poeta es siempre poeta. Pero agregaba: “qué bueno sería que comprenda de una manera alegre y terrible, cuánto mejor sería para todos que esto cambiara.” Y el poeta Mux lo comprendió.
Alguna vez Mux intentó explicar su acercamiento a la poesía. Escribió: “Escribimos no para encontrar respuestas sino para acercarnos a una manera mejor y más sincera de formular las viejas preguntas que igualan a los hombres”. Sabemos que la originalidad de un escritor –en este caso un poeta– no está en escribir “difícil” o tratar de impactar con un cross en la gramática, sino que la originalidad se encuentra en que el poeta pueda ver la propia realidad desde sí mismo, y que los hombres sientan y se conmuevan.
Las cartas de Mux, escritas con sencilla técnica expresiva, nos conmovieron y aún hoy nos conmueven. Nos emociona la carta al hijo que está por nacer; las cartas ligadas a su tiempo y a su tierra, la ternura con que Julia escribe a su Ramón a quien la policía se llevó de su casa por exigir lo que era justo; la carta a Hortensia Bussi de Allende, la mujer de Salvador, presidente democrático de Chile, asesinado por Pinochet y su feroz dictadura; la carta desde el año nuevo, que al igual que el hombre, desgraciadamente nunca llegó.
Entre todas esas cartas íntimas hubo una que me emocionó especialmente. La "Carta a mi pequeña, para mañana, desde esta Argentina que comienza", fechada en la madrugada de un 25 de mayo de 1973, en el inicio de lo que luego iba a ser una fugaz primavera.
En esta carta Mux nos decía: “Hija nuestra: ahora que dormís, reclinada y fiel, sobre tu primera y más bella muñeca; ahora que son las tres de la mañana y ha pasado ya ese 25 de mayo de 1973, ahora que ha comenzado a no terminar nunca este día, que cuando crezcas sabrás todo lo que vale, todo lo que nos costó, en todo lo que nos hizo creer…”.
Durante años me pregunté qué pensaría Julieta a medida que crecía y leía la carta de su padre, de esa madrugada de un 25 de mayo en la que “… miles y miles de jóvenes, con carteles y música, con plazademayo con palomas y alegría violenta y un otoño inolvidable de hermandad y consignas, porque después de mucho tiempo nos sentíamos hermanos…”, escribía mi amigo o hermano (un poco mayor) a su hija; digo, me pregunté, en ese momento y en otros incluso me pregunto ahora, qué pensará su niña de ese día en el que esos jóvenes y un país “nos acercábamos al rostro del otro, a la piel y a la verdad de cada uno y de todos. Y nos mirábamos la leyenda de los carteles y las banderas en las que venían a tomar el gobierno, con nosotros, los que cayeron en todos estos años siniestros, porque el enemigo no había escatimado impiedad ni falsificaciones”. Papanéstor le escribía a su hija, y yo pensaba, pienso, qué pensará ella ahora, en estos años aún más siniestros, de esa carta escrita “para vos y para todos, los que ahora comenzamos a encontrarnos (o a equivocarnos por cuenta nuestra). Ahora que tenemos la absoluta seguridad de que sobre esta patria respirarás un día un aire limpio…”, escribía Papanéstor a su niña, pero también a su amigo o hermano un poco menor, que soñaba con la poesía y con un mundo mejor. En realidad, yo no sólo pensaba en Julieta, o tal vez sí, pero en todo caso, pensaba en mí que también había creído, y que creía y que creo.
Desde entonces Mux es mi amigo, aunque pocas veces nos hayamos encontrado para compartir un café. Su poesía está en mí porque “la vida es como una libertad caliente y que después de todo: vale la pena”.
Por suerte Mux y su poesía (a partir del presente volumen) vuelven a estar con y en nosotros. Ojalá sea un punto de partida que permita que el poeta se encuentre con las nuevas generaciones. Y esas nuevas generaciones con el poeta que alguna vez nos confesó que su visión desdichada del mundo había contribuido a dejarlo callado.
Hoy, y después de tantos y amargos y dulces años, queremos hacer nuestras las palabras de John Keats: El autor de Hiperión –hijo del cielo y de la tierra, padre del Sol, la Luna y la Aurora– dijo que la felicidad no necesita ser trasmutada en belleza, pero la desventura sí; y que una cosa bella –por ejemplo un poema– es una alegría para siempre. Por eso agradecemos este libro. Y el porvenir.
City Bell, agosto de 2000

En “Néstor Mux: Poesía reunida”,
Ediciones Al Margen, 2000.
Foto: Los poetas Néstor Mux, JMP y Carlos Aprea
en la redacción de El espiniyo, City Bell, 30 de junio de 2007.