17/5/08

IRINA BOGDASCHEVSKI: Poesía de José María Pallaoro

Poesía de José María Pallaoro

por Irina Bogdaschevski

Todo poeta percibe con agudeza la realidad que le rodea, la siente como un acontecimiento enorme y a sí mismo como su centro. Cualquier más pequeño fragmento de este panorama que gira alrededor de él, - tiene para éste una importancia inmensa y ese juego eterno de los fragmentos, con su penetrante impulso puede en cualquier momento hacerle feliz o desdichado. Y todo eso no está en condiciones de vivirlo callado. El poeta está hecho de tal manera, que las cosas aparentemente comunes lo estremecen y los estremecimientos, casi sin su voluntad, se reorganizan en él, haciéndose lenguaje concentrado.
Esto puede llamarse la fisiología de la poética, pero también existe su metafísica. Al poeta lo persiguen las ilusiones, como si fuesen las descargas de la electricidad universal de las que se estremece el corazón, como si tuviesen alguna comunicación en clave que está dirigida a todos, pero que sólo el poeta puede leer y descifrar. El universo, que le ha tocado en suerte, está ansioso de que su sentido misterioso fuese expresado por la voz del poeta, por sus palabras. Esta, quizás, es la única chance para el universo de ser comprendido.
El recurso metafísico de José Maria Pallaoro es la profunda y maravillosa melancolía que colorea intensamente el recuerdo desangelado de los vuelos que tanto añoran siempre los humanos. Eso le hace volver todo el tiempo a la imagen del pájaro, su “alter ego”, de ese ser frágil, pero libre de subir las alturas envidiables. Le hace sentir al poeta una admiración por las extrañas propiedades del tiempo: por su paso lento, muy lento o aceleradísimo según la envergadura de las alas. Y el poeta se estremece también al percibir con mayor agudeza que cualquier otro ser humano el pausado goteo de la entropía, que a pesar de todos los esfuerzos de la humanidad por aparentar que nada está sucediendo, sigue su paulatino trabajo destructivo.
La causa de todas estas emociones es siempre aquella que palpita en lo profundo de todo don poético: una sensibilidad excesiva con respecto a la vida, al amor, a la muerte.

PALLAORO: ALGUNOS COMENTARIOS

PÁJAROS CUBIERTOS DE CENIZA (Poemas, 1982-1990) / José María Pallaoro / de la talita dorada, 1999 / 84 pág.

Poesía la de José María Pallaoro que cumple con el difícil ritual del silencio, un silencio expresivo que el poeta sugiere en elipsis, pausas y cesuras para conjurar vacíos, palabras que nombran sueños, sustancias y nombres propios. Intimista pero coloquial, el autor recupera voces contaminantes, delicadas y extremas, para con un cuchillo made in brazil cortar la naranja de ombligo y hablar de amor, de un corazón partido en dos. Si a esto sumamos la síntesis, el feliz deslumbramiento de ciertas formas concisas (“para cuando el pájaro / haya decidido salir de la jaula / el cielo se habrá desvanecido”), así como el cruce poético de sensaciones con estructuras y formas más extensas, no cabe duda que este segundo libro de Pallaoro (el primero fue “El viaje circular”) confirma una voz tan particular como decantada. Registros de sabias lecturas (por aquí bailan W. C. W., el Paco Urondo, Trejo y Lamborghini), además de una poética en curso alimentan a estos papeles como pájaros que cuentan de memorias, músicas del alma y ángeles en la cocina, lavando la lechuga o danzando al compás de una boca.

Gabriel Báñez, Diario EL DÍA, La Plata, domingo 4 de junio de 2000


Son dos los que danzan / José María Pallaoro / Libros de la talita dorada, 2005 / 64 pág.

Al natural, la poesía de José María Pallaoro revela la intensidad de la palabra en busca de pájaros para la memoria, alas para mejorar oportunidades, vuelos para dibujar la momentánea transparencia del mundo, silbidos de aves dentro o fuera de la memoria que es también casa y continente. En este tercer libro publicado, “Son dos los que danzan”, Pallaoro reafirma su mejor expresión lírica y lo hace con ímpetu, librando a los sentidos el desciframiento de un mensaje que se nutre de claridades, soles, saberes y colibríes. Junto a la naturaleza impostergable, el poeta anuda su palabra. Es simbiosis vital la que expresa y su canto anuncia un lenguaje sensible, en armonía y lealtad con la esencia de una poesía que también sabe medirse en rotundos silencios. Un expresivo acrílico del Maestro Alzugaray (“Sin azul”) enmarca la portada de este bello libro. FOTO: AJB, presentación espiniyo 5/6. Parados: Miruh Almeida, Margarita Torres y Martín Luna. Sentados: I.B. y JMP

Diario EL DÍA, 6 de noviembre de 2005

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Son dos los que danzan / José María Pallaoro / Libros de la talita dorada, 2005

Un poeta de La Plata

José María Pallaoro nació en la ciudad de las diagonales en 1959; ahora reside en City Bell, allí donde moró (y mora todavía) el ángel de la poesía encarnado en Roberto Themis Speroni.
Pallaoro acaba de publicar su último libro de poemas que tituló “Son dos los que danzan”. Su poesía, llena de ternura y melancolía, con un fraseo muy particular, habla de las cosas de todos los días, simplemente recreadas por un hombre con tantísima sensibilidad y música en las venas. (…)

Roberto Díaz, Diario LA CIUDAD, de Avellaneda, 14 de octubre de 2005

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Son dos los que danzan / José María Pallaoro / Libros de la talita dorada, 2005

Saber poético
Condimentos líricos armonizados sin acrobacias en el lenguaje, traducen sensaciones profundas de quien vive en plenitud. Es una entrega coherente desde el comienzo hasta el final, sea por los ajustes expresivos como por el contenido de poemas que eluden lugares comunes: “Por qué / si afuera llueve / elijo una música / diferente / en el adentro / los sonidos se besan / son dos los que danzan”. La potencialidad poética surge de momentos de entera intimidad o de aquellos en que se torna reflexivo aunque siempre unido al conjunto: “Escribir / ser uno / entre tantos otros / pensar / nuestra pequeñez / como lo más importante / que nos pudo haber pasado”. La edición incluye un enfoque de Irina Bogdaschevski quien señala “todo poeta percibe con agudeza la realidad que lo rodea, la siente como un acontecimiento enorme y a sí mismo como su centro”.

Enrique Sureda, Cultura, enero de 2006

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