El
humo de la lluvia disipa los colores primeros de la mañana. Es un extraño
estado, un despertar camaleónico. La piel del perro, la piel de la gata, no
dejan mojar el césped. Fuera de ellos todo es tierra, augurio de mejores
tardes. Una risa blanca, sedosa, distante, entorpece el silencio abrumador de
los cadáveres quietos. Respiran, ahora de manera visual, sus pechos se hunden,
aspiran, se hinchan, expiran, y yacen como siempre frente a la pantalla
inhumana. No es la hora aún de correr los muebles. Es necesario dejar la puerta
abierta hasta sentir los primeros vientos.
City Bell, 02
01 2013.-
Foto: Jmp.-
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