3/11/07

El viaje circular (1973-1981)




El viaje circular
(Poemas, 1973-1981)
de la talita dorada


a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo,
y desde ellas
a todos los Compañeros,
que al igual que el poeta,
sabían que hay otro mundo,
y que está en éste.


PALABRAS PREVIAS

Nací en La Plata, a las 10 y cuarto de la noche, un 28 de febrero de 1959; pisciano y chancho, según los astros y chinos horóscopos; además de un atípico, y hoy desapasionado, millonario, en una ciudad de lobos y pincharratas.
Viví, vivo (descontando alguna corta estancia en mi ciudad natal) en City Bell: soy un citibelense hecho y deshecho, aunque no sé muy bien qué signifique eso.
Los textos de este libro nacieron naturalmente, de un tirón, en mi adolescencia y, salvo los indicados, fueron escritos en City Bell y sus alrededores: en sobresaltos nocturnos en mi cuarto, con la sola compañía de un cigarrillo; encerrado en el baño intentando que los viejos no se enteraran de los hábitos del nene; por supuesto que en plazas y trenes cuando se tenía la confianza y la libertad como para hacerlo; recuerdo poemas garabateados en talonarios de papel áspero, de los que usaban los comerciantes para sus anotaciones de sumas y restas, y de hojas arrancadas y liberadas como si fueran pájaros por las ventanillas de La Carreta -colectivo de la Línea 503 que realizaba el trayecto La Plata-City Bell y viceversa-, textos cotidianos que deseaba compartir con la gente.
Muchos de esos poemas se conservaron en una serie de cuadernos y papeles, desempolvados luego de larguísimos y breves años. Ignoro el motivo (¿curiosidad? ¿saber qué había quedado del antiguo dolor? ...) que me llevó a iniciar este viaje circular, y releer esos cuadernos olvidados; pero sé del impacto emocional que recibí al recorrerlos, y al reconocerme en algunos de ellos; e incluso, a desconocerme por completo en otros; poemas que volvían a hablarme de la esperanza, el amor, la tristeza, el dolor, la derrota, la muerte.
Por alguna extraña razón, que no quisiera ahondar en esta sucinta introducción, he decidido dar a conocer algunos de los poemas de esos cuadernos y papeles, aun reconociendo su escaso valor literario, pero queriendo de alguna manera, rescatar a ese joven que alguna vez fui, y del que, sin embargo, no tengo nostalgia.
De algo estoy seguro: a ese muchacho le hubiera gustado vivir, contar, otra historia.
En verdad, la adolescencia es un lugar al que no desearía regresar; sobre todo a ese «lugar», el país de aquellos años, en los que el terror y el miedo, se habían instalado con la dictadura más sangrienta por la que tuvimos que atravesar.
El terror y el miedo eran tan reales (aunque es cierto que muchos se conformaron con la felicidad del avestruz) como la luna, el sol, la vida (que valía poco, prácticamente nada; releo, ahora, el poema del 12/5/78, donde un lacónico «Ellos quisieron llevarme», me recuerda una madrugada pateando calle abajo la calle 12, a pocas cuadras de una comisaría, y un auto frenando bruscamente junto a mí, y a los «muchachos de la pesada» «chupándome», pero por pura diversión, como si realizaran una infantil travesura; y recibir, además de una paliza, un simulacro de fusilamiento; hasta el momento que improviso estas líneas desconozco el sitio donde fui abandonado, y cómo pude llegar a casa: esas raras pasadas que nos juega la memoria).
Decía: la Vida, de la que nos aferrábamos con nuestros mejores sueños. Eran años en los que me abrazaba al rock (la progresiva, como le decíamos), las historietas, los insuficientes libros que había en casa, las películas de la tele, y la radio (con alguna que otra isla, ante la mediocridad y la mentira de los conocidos de siempre).
Reitero, no tengo nostalgia del adolescente que fui. Sí por el joven que pudo ser en un país más digno, verdadero.
El viaje circular, librito sencillo y de escaso valor, tiene el atrevimiento de estar dedicado a la memoria de todos los que soñaron un mundo distinto, a los que dieron la vida por conseguirlo, y a los que la siguen dando, a pesar de todo.

JMP
City Bell, 1988

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