La Plata, 21 de septiembre de 1976
POR JOSÉ MARÍA PALLAORO
Foto: El Rincón, 1976, jmp
LA PLATA, 21 DE SEPTIEMBRE DE 1976
Yo no cambio por nada mi día de la primavera de 1976. La verdad que no. Y no me importa. Aunque puedan aparecer fotos amarillentas que corroboren lo contrario. Yo estuve donde tenía que estar. Tratando de ser sincero. Tratando de no mentirme.
¿Te acordás? Preparamos los bolsos y la canasta con fruta, sangüchitos, la Seven-Up, el termo, galletitas y mate, la yerba, el mantel y repasadores, el destapador, los cigarrillos y los fósforos. Y nos fuimos. Para El Rincón, nos fuimos.
Recuerdo vagamente el viaje en el 503. Sí, en cambio, es más nítida la larga caminata por la calle que zigzagueaba como viborita, allá, mucho más lejos del cañaveral, lejos, lejos, lejos del mundo.
"¿Dónde me trajiste?", decías vos. Y nos reíamos y nos peleábamos y caminábamos para allá, lejos, lejos... No importa ya si no fue así. Importa cómo evoco ese día hoy.
Llegamos cansados. Y nos sentamos apoyando nuestras espaldas contra un árbol. (¿Casuarina? ¿Eucalipto? ¿Espinillo?) Y fumamos. Y vos hablabas y hablabas. "Nunca podés dejar de hablar", te decía. Yo te decía eso. Yo, que me encantaba escucharte, te decía, así, serio, te lo decía, y me reía por dentro.
El sol aparecía por momentos. El sol estaba. No necesitábamos sentirlo. Estaba. En nosotros estaba.
Encontramos un piso de baldositas verdes. Sólo el piso. Seguramente donde antes hubo paredes y ventanas, un cuarto y una cocina, quedaba eso, un piso irregular de baldositas verdes. Lo barrimos con una rama del árbol (¿Casuarina, eucalipto…?) y con los pies y con las manos.
"¿Dónde me trajiste?", repetías riendo y espantando los mosquitos, imaginarios o no, y sacudiendo con las manos el polvo del vaquero. Extendimos el mantel en el piso. "¿Querés mirar el cielo?"
Y ahora nuestras espaldas se apoyaban en el piso verde y nos tomamos de la mano y miramos el cielo y las nubes del cielo que el viento llevaba lejos, lejos, lejos.
Y ya no hablabas. Y yo te escuchaba. Y todo era silencio (ahora que ya sé que el silencio es el mejor compañero de las palabras).
Por eso escribo, por eso intento escribir.
¿Sabés? Años después, no sé si en otra primavera, estaba recostado sobre el pasto del jardín de mis viejos, otra vez, mirando el cielo y las nubes que el viento llevaba lejos, lejos, y escribí, le escribí a esas nubes que pasaban, que se iban, y me vi, en otros días, en otros parques y plazas de sueños colectivos, tirado en el pasto mirando el cielo y las nubes, pensando en un hermoso día de primavera de 1976, lejos, lejos, lejos del dolor y los peligros del mundo.
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